Alfredo Grieco y Bavio, en Revista Veintitrés
Desde el paradójico Premio Nobel de la Paz concedido a Barack Obama, la Academia Sueca ha prestado una atención y un cuidado a los Estados Unidos que fue entendido, casi sin vacilaciones, como el desarrollo de una agenda política: Estocolmo y Oslo buscan interpretar a Washington, y sugerirle un curso de acción en “sintonía fina” con las simpatías escandinavas por la presidencia demócrata. El no menos novedoso Premio Nobel de Economía concedido el lunes para tres economistas norteamericanos parece ir en el mismo sentido: celebra las contradicciones de la teoría y de la vida económica en la hiperpotencia mundial. El premio se divide entre tres premiados cuyas teorías contrarias, ya que no contradictorias, ilustran el campo de batalla que es la primera economía planetaria, cuando se halla frente al abismo del primer default o cesación de pagos de su historia al que fue arrojado por el dogmatismo del ala derechista del opositor partido republicano en el Congreso.
Ternados y premiados. La obra de Eugene Fama es una bien argumentada defensa –desde su punto de vista– de que los mercados siempre tienen razón. La obra de Robert Shiller demuestra que no hay nada más irracional que los inversores en un mercado. Lars Peter Hansen se esforzó por dotar a los inversores de instrumentos estadísticos seguros que les permitan escapar de los riesgos de la irracionalidad y de los mercados. Los tres han sido premiados, juntos. Desde el Financial Times y el Wall Street Journal hasta los diarios económicos europeos continentales, como el francés Les Échos o el italiano Il Sole 24-Ore, la consignación del asombro ha sido unánime, la ironía de la reacción ha sido variable. “No se los puede premiar a la vez”, repiten. La Academia Sueca, en cambio, asegura que se puede; más todavía, parece decir, en su mensaje a los Estados Unidos que boicotean su propia economía real con su política ultrapartisana, se debe: si algo falta a los republicanos del Tea Party, sobreentienden los socialdemócratas suecos, es tolerancia, amplitud de miras, coexistencia pacífica. Con precisión, la Academia Sueca eligió un área específica, la del análisis empírico de las finanzas –que aspira a dotar de instrumentos que permitan anticipar el comportamiento de los mercados financieros– para que la contraposición luzca más nítida.
Razón y sinrazón del mercado. De los tres premiados, si uno demostró que la disciplina económica es capaz de anticipar, a veces con dolorosa exactitud, el resultado de tendencias y acciones de los actores en el mercado, dadas determinadas condiciones de regulación estatal, es Robert Shiller. Antes de que explotara la burbuja inmobiliaria de los subprimes, había predicho con ecuanimidad que los precios de las propiedades habían subido demasiado y artificialmente, y que la explosión sería arrolladora, debido en primer lugar al desenfreno en el crédito y los préstamos facilitados por operadores del mercado exuberantes o cínicos, pero irracionales e irresponsables en la imprevisión de las consecuencias. Si la teoría de Shiller focaliza sobre el comportamiento de los actores en las finanzas, queda por ello en contraposición flagrante con la de Eugene Fama, cuya teoría de los mercados eficientes privilegia el funcionamiento institucional por sobre este o aquel accionar de los agentes individuales que obran en las plazas financieras. A la teoría de Fama no puede reprochársele falta de simplicidad: si lo mercados son eficientes, es decir, si cuentan con las informaciones relevantes para sus operaciones, quienes compran y quienes venden en ese mercado pueden hacerlo sin costos. Es cierto que el mismo Fama admite que, aun si los mercados son “organismos” muy veloces en incorporar la información relevante sobre el futuro de las empresas, a veces esa información no se reparte de manera igualitaria entre los compradores, lo que hace y deshace las fortunas de los que arriesgan y ganan en la Bolsa… Frente a estas teorías, una desconfiada, la otra optimista, Lars Peter Hansen hace la figura de un técnico desengañado, que buscó dotar a quienes buscan navegar en un mar que de por sí nada asegura, de métodos firmes para los inversores adversos al riesgo, de modo que puedan prestar una atención sin desfallecimientos, no al valor y rendimiento de las acciones, sino a la perspectiva de su variabilidad en el tiempo.
Economía y política. El Premio Nobel de Economía es el más joven de los Premios Nobel, que son viejos como el siglo XX. El primero fue en 1970, para Paul Samuelson, un keynesiano de estricta observancia. Desde entonces, el premio ha favorecido, sobre todo, a norteamericanos. En 2008 lo recibió Paul Krugman por sus estudios sobre las distorsiones que la globalización y la formación de un mercado universal habían traído consigo, en contra de las expectativas del liberalismo clásico y del neoliberalismo aggiornado. Hoy Krugman es bien conocido como “activista económico”, por sus opiniones contundentes desde las páginas de un diario de simpatías demócratas, el New York Times.
Congreso desbloqueado
Luego del acuerdo que, al borde del default, destrabó la división aparentemente irremontable, y ya crónica, entre republicanos y demócratas, las palabras del senador Ted Cruz serán los últimos ecos de la crisis. Pasaba Cruz (quien se creyó James Stewart en Caballero sin espada por un día, y aburrió durante 21 horas a sus propios colegas) frente a una protesta contra las barricadas que el cierre del gobierno impuso alrededor de un monumento nacional, el Memorial de los Veteranos, y lanzó un largo discurso contra la posición demócrata, ignorando que quienes manifestaban se quejaban, en realidad, del cierre del gobierno que él impulsó.
Muchos de sus propios pares estaban igualmente hartos y el miércoles el presidente de los representantes, el republicano John Boehner, dijo al fin que no bloquearía el compromiso que salía del Senado. Aunque en medio del congelamiento de las negociaciones había gritado: “¡Esto no es un maldito juego!”, Boehner declaró: “Dimos una buena pelea, simplemente no ganamos”. En su anuncio reconoció que “bloquear el acuerdo bipartidario que lograron hoy los miembros del Senado no sería una táctica”. Además del riesgo de default, dijo, “hacerlo abriría la puerta para que la mayoría demócrata en Washington aumente los impuestos al pueblo estadounidense y deshaga los límites de gastos de la Ley de Control Presupuestario de 2011 sin reemplazarlos por mejores cortes”.
El anuncio de Boehner de que pasaría el acuerdo del Senado sin cambios con la ayuda de los votos demócratas, provocó que los legisladores republicanos encauzaran su derrota hacia nuevas peleas. “Aceptamos unas migajas y dejamos la comida entera sobre la mesa”, dijo la senadora Lindsey Graham. “Voy a votar en contra”, advirtió el representante John Fleming. “Eso nos llevará al segundo round”.
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