La justificación del decrecimiento sostenible es la misma que comparten otras iniciativas como pueden ser el crecimiento sostenible, la bioeconomía, la economía ecológica o la ecología política, por ejemplo: no sólo las predicciones sobre el futuro del planeta (y de los seres que lo habitan) son alarmantes, sino que el presente es ya difícilmente admisible desde un mínimo de conciencia ética
El decrecimiento sostenible es un concepto más amplio que el famoso crecimiento sostenible, puesto que pretende ir más allá del discurso energético, incluyéndolo. Se asienta en una preocupación en la que pesa, del mismo modo y de forma directa, las repercusiones sociales y psicológicas. Es un llamamiento a mantener lo que hemos conseguido de positivo (como el progreso en el discurso ético y en el conocimiento), prescindiendo de lo negativo (como la adicción consumista o la ignorancia).
Es un llamamiento a vivir bien, a llevar una buena vida, lo que incluye no sólo a los individuos, sino también y especialmente, a los patrones de convivencia. Esta filosofía de vida admite a su vez graduaciones que incluyen incluso el objetivo extremo
del decrecimiento “total”. En esta línea, “el decrecimiento es una gestión individual y colectiva basada en la reducción del consumo total de materias primas, energías y espacios naturales gracias a una disminución de la avidez consumista, que nos hace querer comprar todo lo que vemos” (Honorant, 2006).
El decrecimiento sostenible es una filosofía práctica de vida. Se encuentra en consonancia con movimientos de consumo responsable, de vida lenta, de comida lenta, de gasto mínimo, etc. No puede ser impuesto desde cambios en la producción ni mediante legislaciones. Debe ser voluntaria y libremente asumido por los agentes individuales, como vaticina la teoría (que no la práctica) del mercado y de la democracia. Por ello, el campo de batalla directo es la mente del consumidor: “El consumidor moderno es físicamente pasivo, pero mentalmente muy activo".
El consumo es más que nunca una experiencia que tiene lugar en la cabeza, un asunto del cerebro y de la mente, en lugar de un simple proceso dirigido a satisfacer necesidades biológicas corporales”(Bocock, 1995:79). La mente es el lugar donde campea el marketing comercial y el político (Barranco, 2003). Es donde se construyen necesidades y deseos que sólo el crecimiento insostenible es capaz de saciar, aunque sea una satisfacción fugaz.
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