LA MAYOR MOVILIZACIÓN DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD ACABA CON TODAS LAS FORMAS DE EXPLOTACIÓN

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Daniel Jimenez

Lo que parecía que nunca iba a suceder, se hizo posible en apenas una semana. Tiempo en el que se extendió como la pólvora, gracias a Internet, la iniciativa de un grupo de personas que con un simple gesto, como es retirar su dinero de los grandes bancos, han provocado que se derrumbe un sistema basado en la explotación del hombre y de la naturaleza.


No ha sido Obama, ni Lula, ni por supuesto ninguno de los mandatarios europeos los que han posibilitado este movimiento ciudadano sin precedentes, que se ha producido gracias al despertar de la conciencia colectiva de personas que no quieren dirigir naciones, que simplemente desean poder vivir en paz y armonía. Como rezaba una de las pancartas que se pudieron ver en la gran manifestación de Washington: “Obama, tú no eres el cambio, nosotros somos el cambio”.

Todo comenzó a gestarse en Promise, modesto barrio de la ciudad estadounidense de Detroit, conocida por ser el corazón de la industria del automóvil norteamericano. La crisis que vive el sector había llevado a la ruina a la inmensa mayoría de las familias de la zona. De pronto, muchas factorías cerraron y miles de humildes trabajadores de clase media baja se vieron sin empleo, sin ahorros y sin un sistema de protección social que les garantizara su manutención. Esta situación contrastaba con la de las propias empresas, que a pesar de despedir a plantillas enteras, seguían subsistiendo gracias a las ayudas del Gobierno Federal.

Al mismo tiempo, muchos de los parados tenían que hacer frente a hipotecas que no podían pagar, y que habían sido suscritas con algunas de las entidades financieras involucradas en escándalos como los de las subprime o el caso Madoff. Estas entidades financieras ejecutaban a menudo los embargos y se quedaban con las casas de aquellos clientes que no podían pagar. Poco importaba que también en este caso se tratara de bancos que no hubieran podido sobrevivir sin los fondos públicos, sin esos fondos que, paradójicamente, procedían en parte de los propios embargados.

Muchos de los habitantes de Promise sentían que esta situación era insostenible y abusiva. Uno de ellos no sólo lo sintió, sino que además quiso dejar constancia de ello por escrito. Fue el autor de ese anónimo correo electrónico que a partir de ese día comenzó a extenderse como una gigantesca ola que acabó por llevarse a todo el sistema económico anterior por delante. Nadie sabe quién fue a ciencia cierta, y el propio responsable no parece interesado en desvelarlo. Lo único que parece más o menos claro es que se trataba de alguien de Promise, único dato sobre su propia persona desvelado por el autor en el texto, en el que además realizó una descripción bastante exacta de la realidad de dicho barrio.

El texto de este correo no era un sesudo análisis realizado por ningún economista, ni tampoco un excelente ejercicio literario cargado de razones y simbolismos. Simplemente expresaba la visión de lo que estaba sucediendo de este ciudadano que Detroit, que afirmaba que “no podemos seguir depositando nuestro dinero en bancos que usan el fruto de nuestro trabajo contra nosotros mismos. No podemos comprar coches ni ninguna otra cosa a empresas que nos han utilizado como si fuéramos cosas, y que ahora nos dejan abandonados. Tenemos que unirnos y buscar alternativas para poder vivir como hombres libres y no como cosas que se pueden usar y tirar. PÁSALO”.

En efecto, el correo empezó a ser reenviado de forma masiva, y en cuestión de pocas horas se había extendido por todo EE. UU. Al segundo día, se descubrió que el texto original empezaba a incorporar nuevos añadidos, ya que miles de remitentes decidieron incluir información útil sobre algunas de estas alternativas que tenían que poder existir, según pedía el ciudadano de Promise. Alternativas como la banca ética o las cooperativas de crédito para depositar el dinero fuera de la gran banca. O como el trueque, los bancos del tiempo o las monedas sociales para poder intercambiar bienes sin necesidad de emplear dinero.

En tan sólo una semana, se retiraron alrededor de 50.000 millones de dólares del sistema financiero norteamericano. Debido al riesgo de que se produjera un nuevo hundimiento de los bancos, el presidente Obama decidió salir al rescate anunciando un nuevo plan de ayudas federales. La respuesta fue otro mail masivo, cuyo autor pudiera ser el mismo ciudadano de Promise, llamando a abandonar todo trabajo u ocupación para manifestarse en las calles de forma persistente hasta que la administración Obama decidiera actuar de acuerdo con los deseos del pueblo. Ese mismo día, unos 200 millones de norteamericanos decidieron secundar este llamamiento en las principales ciudades norteamericanas, incluyendo Nueva York, Boston, Chicago, Filadelfia, y Los Ángeles. Otro efecto inmediato fue la desaparición de 50.000 millones de dólares más del sistema financiero en pocas horas.

“Le estamos haciendo al sistema lo mismo que el sistema le hace a las personas. Cuando el FMI o el Banco Mundial le dicen a un país pobre, ey, si quieres créditos para tu gente, tienes que privatizar la sanidad y bajar los salarios a los trabajadores, nadie parece escandalizarse. No entiendo ahora cuál es el problema” decía irónicamente un manifestante neoyorkino. “Wall Street se ha acostumbrado a que las personas sean algo que se compra y se vende, como las acciones. Para ellos somos cosas. Pues que se las arreglen sin nosotros”, retaba un ciudadano en la protesta de Texas, mientras comía chicle y lucía una típica vestimenta de cowboy.

Obama no pudo luchar contra el clamor popular, y tuvo que retirar su nuevo plan de rescate al día siguiente de anunciarlo. Todos los grandes bancos cayeron y tomaron el control los bancos éticos y las cooperativas ciudadanas, entidades a las que acabaron siendo destinados los fondos federales. Con ellos se pusieron en marcha proyectos de desarrollo local que apostaban por crear empleo y por promover actividades ecológicas y respetuosas con el medio ambiente. Por otro lado, fueron eliminadas de raíz todas las ayudas y subvenciones prestadas por los antiguos bancos para los proyectos de explotación de los recursos naturales y de la mano de obra de los países pobres que promueven las grandes multinacionales, que de este modo se vieron obligadas a cerrar o a emprender un proceso de reforma de su modelo de negocio que lo hiciera compatible con los derechos humanos.

Todo esto sucedió en cuestión de 72 horas, tiempo en el que este movimiento ciudadano se contagió a velocidad de vértigo por el resto de los países del mundo gracias a internet. Desde Nueva Zelanda hasta Helsinki, pasando por El Cairo, Buenos Aires o Pekín, el mundo fue un clamor contra todas las formas de explotación. Aquí en España, la campaña “Podemos vivir sin capitalismo”, iniciada por el activista Enric Durán, consiguió convocar a más de tres millones de personas en las calles de Barcelona, y una cifra similar se estima que se manifestó en Madrid. El resto de las grandes ciudades y pueblos españoles también vivieron manifestaciones multitudinarias en las que participó un 95% de la población.

Hoy, apenas una semana después de esta primera movilización que tuvo lugar en todo EE. UU. gracias a un ciudadano anónimo, al que tal vez nunca conozcamos, podemos decir que OTRO MUNDO ES POSIBLE.

Hoy es el Día de los Santos Inocentes y sabemos que esto no ha sucedido. ¿Pero podría suceder? Eso depende de nosotros. Sólo necesitamos voluntad y buenas herramientas para la acción. La primera de ellas es el conocimiento. La información es poder. Hagamos un mundo positivo. PÁSALO SI PIENSAS LO MISMO.

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