DOS ALUMNOS DE HARVARD

|




euribor

El pasado Domingo coincidiendo con el cumpleaños de Bern Bernanke nos dejó Paul Samuelson uno de los padres de la economía moderna y escritor de la biblia de la economía “Curso de Economía Moderna” libro también conocido por todos como “El Samuelson”. Uno de sus últimos artículos lo publicó el pasado mes de Noviembre el diario El País bajo el título de Qué significa el fin de la recesión del cual destaco la siguiente cita que debería hacer reflexionar a muchos:

Ni Karl Marx ni Milton Friedman pueden cumplir la promesa de sostener estándares de vida estables y crecientes

Como comenta también El País en su obituario este centrismo le llevó a ser atacado tanto por la derecha como por la izquierda:

La izquierda consideraba que con sus reflexiones había contribuido a domar la parte más insurgente del pensamiento keynesiano, al insertarla en el análisis neoclásico: lo que acabó llamándose la “síntesis neoclásica keynesiana”, que fue apodada por Joan Robinson (una economista que mereció el Nobel) como “keynesianismo bastardo”. La derecha se cebó en él por sus ataques inmisericordes a Milton Friedman y Friedrich Hayek, los padres del neoliberalismo, a los que consideraba culpables de lo que ha ocurrido en el planeta en los últimos años.

Pero hoy no vamos a hablar de Samuelson ya que no tendríamos días suficientes para hacerlo, hoy vamos a hablar de un compañero suyo de universidad, James Tobin.

La semana pasada pudimos leer una noticia que nos decía que los líderes europeos proponen establecer una tasa mundial sobre transacciones financieras, lo que se analiza es la necesidad de crear una especie de “Tasa Tobin”, la aplicación de un impuesto cada vez que se produce una operación de cambio entre divisas, para frenar el paso de una moneda a otra y para, en palabras de Tobin, “echar arena en los engranajes demasiado bien engrasados” de los mercados monetarios y financieros internacionales. Según la propuesta inicial de Tobin (que posteriormente se quejó de que los movimientos antiglobalización abusaran de su nombre) , la tasa debía ser baja, en torno al 0,1%, para penalizar solamente las operaciones puramente especulativas de ida y vuelta a muy corto plazo entre monedas, y no a las inversiones. Mediante esta tasa podría recaudarse entorno a los 100.000 millones de dólares al año que podrían utilizarse en la lucha contra el hambre.

En principio la idea puede tener su lógica aunque este tipo de intervencionismo no es muy bienvenido entre cierto sector económico, veamos que opinaba Xavier Sala i Martí al respecto.

Para ser viable, debe ser adoptada por todos los países del mundo sin excepción. Una diferencia importante entre las mercancías y las divisas es que las primeras son físicas, por lo que el gobierno puede impedir, por ejemplo, que salgan del puerto si antes no se abonan los impuestos correspondientes. Eso contrasta con el dinero que, hoy en día, no es más que un conjunto de números almacenados en algún ordenador.

Piensen en lo que pasa, por ejemplo, cuando pagan con tarjeta de crédito: el ordenador de su banco reduce su saldo en X pesetas y el ordenador del vendedor aumenta su saldo en la misma cantidad. Ni una sola moneda o billete su mueve físicamente de lugar. De hecho, ¡todo pasa sin que ustedes sepan siquiera donde está el ordenador que guarda su cuenta! Eso hace que los capitales se puedan mover fácilmente de un ordenador a otro, con una llamada telefónica o a través de internet, desde cualquier parte del mundo. Y si los especuladores pueden comprar divisas en Sabadell pagando la tasa Tobin, o en el Atolón de la Vaca sin pagarla, ¿dónde creen que se va a realizar la operación? Mientras quede un solo paraíso fiscal en el planeta, la tasa Tobin es inviable.

Suponiendo que la tasa Tobin se pudiera implementar, ¿cuál sería el tipo impositivo? La propuesta inicial era del 0.1%, pero cada vez son más las voces que proponen el 0.5%. La codicia de los recaudadores les llevará pronto a decir que no pasa nada si se sube al 1%, y después al 10% e incluso al 50%. Cuando esto suceda, los movimientos internacionales de capitales, especulativos y productivos, se paralizarán, y eso podría ser muy peligroso.

Y finalmente ¿quién administra el dinero?

Lo que parece que está claro es que como comentaba el mismo Tobin en las finanzas mundiales “los engranajes estan demasiado bien engrasados” y los mercados más que eficientes, han demostrado ser demasiado eficientes para algunos.

Hace poco, Paul Krugman en su columna del New York Times analizaba también la necesidad de crear un impuesto dirigido exclusivamente hacia la especulación. Un impuesto lo suficientemente pequeño para que impacte en la cuenta de resultados de aquellos que se encargan de realizar actividades comerciales internacionales, pero lo suficientemente grande para aquellos que se dedican exclusivamente a especular.

Como bien termina el artículo de Krugman.

¿Podría la tasa Tobin resolver todos nuestros problemas? Por supuesto que no. Pero podría ser parte del proceso de contracción de nuestro inflado sector financiero. En esto, como en otras cuestiones, la administración de Obama necesita liberarse de su mente esclava de Wall Street.

¿Creeis que tiene sentido este tipo de tasas? ¿Lograrían crearse paraisos fiscales? ¿Y que acabaría ocurriendo con el dinero recaudado?

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

©2009 ECONOMÍA PARA LAS PERSONAS | Template Blue by TNB