del Boletín coop57, nº 19
Tercer año de la crisis sopesando lo que queda por hacer; bajo la radiografía social de unas desigualdades crecientes; en la estricta realidad de 9 millones de pobres y casi 5 millones de personas en paro en el Estado español; y con un ejercicio cerrado nuevamente con millonarios beneficios bancarios, que desde 2003 se han disparado hasta los 150.000 millones de euros acumulados.
Una crisis que va por barrios y va por clases y que recuerda que hemos vivido un ciclo de burbuja financiera extensa, de tsunami especulativo devastadoramente intenso, donde unos mitificados modelos de crecimiento neoliberal –dinero fácil, negocio rápido, pelotazo al instante– nos han caído encima. Y como lo hecho y no hecho siempre pasa factura, las modas pasan y quedan sólo las ruinas y los escombros. Más todavía cuando la salida de esta crisis de amplio espectro y largo alcance definirá el modelo socioeconómico de futuro y las condiciones de vida de las generaciones venideras. No es poco.
Implicados como estamos en la construcción de la democracia social y económica, cuesta creer que en tan pocos años determinadas elites se hayan enriquecido geométricamente y hayan concentrado tanto poder.
Una lógica vampírica de acumulación que demuestra que, si bien el rey va desnudo, la factura y la fractura de la crisis de los bancos se paga desde abajo, en medio de gastados llamamientos a apretarse el cinturón y trabajar más por menos. Y para ellos.
Llamamientos que no dejan de tener el regusto amargo del fraude: quien hizo el enfermo, pretende ahora vendernos el hospital.
Contra la inercia de estar obligados a acatar, por imposición, viejas medidas neoliberales sobradamente conocidas en causas y efectos, seguimos creyendo que no hay nada más transformador y liberador que abrir puertas y ventanas, generar nuevos escenarios y demostrar que se puede salir de la crisis desde otros parámetros, valores y prácticas.
Desobedeciendo los diktats de los mercados financieros también sopesamos que, a caballo de la crisis, las oportunidades crecen. La reciente bancarización de las cajas –que envían a la papelera de la historia un modelo adulterado de cajas, pero que nació del mutualismo social– ha dejado un nuevo páramo, a modo de desierto y campo baldío, dónde hará falta labrar la búsqueda de un modelo de finanzas comprometido con el país, que no es nada más que su gente.
Modelo que trata de conjugar el abecedario de futuro: ética, solidaridad, redes sociales y arraigado desarrollo comunitario.
Para que la democracia crezca por todas partes y allí dónde está más proscrita: en la economía.
Contra unas finanzas de casino, hace falta decir hoy, muy a su pesar y aunque se diga poco, que miles de personas ya están –hoy, ahora y aquí– activamente comprometidas con la economía social y solidaria; conscientemente implicadas en un modelo socioeconómico que pone en el epicentro las necesidades humanas y sociales; y éticamente movilizadas para hacer que el cambio se forje, arraigue y crezca. Los tiempos difíciles siempre ponen a prueba nuestra coherencia. Por eso seguimos andando juntas; insistiendo en un círculo virtuoso y cooperativo que dice que podemos hacer mucho más de lo pensamos; constatando que sin nuestra inercia los mercados no son nada; y trabajando para no mantener una estructura social injusta y desigual ‘ni en nuestro nombre ni con nuestro dinero’.
Somos millones y el planeta no es suyo, gritaba José Agustín Goytisolo. En todo el mundo y en casi todas partes, miles de esperanzas anónimas se concretan en pasos cotidianos hacia la transformación.
Gestos de raíz y compromisos de base que, en pleno debate sobre cómo salir de la crisis, nos hacen escoger una vez más la ética de las responsabilidades y la ética de las convicciones.
Porque escogemos siempre ambas. Libres y responsables en nuestras convicciones. Y a la vez absolutamente convencidos de todas nuestras responsabilidades.
Por eso, a los mercados de la vergüenza oponemos decididamente la ética de la transformación. Ética personal, colectiva y transferible que hace real la solidaridad y hace viable y transitable otro camino: que cambia el modelo y nos cambia a nosotros.
Ética de la ruptura con el fraude, que desmonta las ‘salidas únicas’ del mito neoliberal y desnuda la mentira financiera.
Ética: si no nos moviliza la justicia, que al menos nos movilice la vergüenza. Ética: para salir de la trampa y hacer lo necesario contra su mundo imposible. Transformación: por esto vamos lentos, pero a paso firme, porque vamos lejos.
Futuro: poco a poco y paso a paso. Hasta que a los hombres y las mujeres, como diría Ovidi Montllor, “no se les pese con balanzas”. Hasta entonces.
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