David Cano
Hace tres años viajé a la India. Aunque en 21 días solo puede visitar una mínima parte del país, estar en sitios clave permite extraer una conclusión: el fin de la pobreza es posible. A esta visión optimista se puede llegar observando la pujante clase media de Nueva Delhi o el equipamiento y desarrollo tecnológico de Bangalore. Pero donde se perciben en su total dimensión las posibilidades de cambio es allí donde el punto de partida es especialmente desventajoso y adverso.
A apenas unos kilómetros del Silicon Valley asiático se encuentra Anantapur, una de las regiones más pobres del mundo, caracterizada por la ausencia de recursos tan básicos como el agua. Una visita al Rural Development Trust (RDT) permite comprobar que es factible erradicar la pobreza extrema, gracias a los recursos económicos pero, sobre todo, al buen criterio de su fundador Vicente Ferrer (1920-2009).
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