Las críticas a la banca y a sus malas prácticas durante los últimos años se han convertido en una conversación casi tan habitual como la de comentar el tiempo con el vecino mientras se coincide en el ascensor.
Pero hay gente que, harta de la crítica, está dando un paso más y se está organizando para evitar que los bancos tengan ese poder casi divino que parece que se les ha otorgado.
Ejemplos de esta acción ciudadana se pueden encontrar a lo largo de todo el planeta y no necesariamente en los países o comunidades más pobres.
Ejemplos de esta acción ciudadana se pueden encontrar a lo largo de todo el planeta y no necesariamente en los países o comunidades más pobres.
Como destacaba hace unas semanas el diario británico The Guardian, el fenómeno es todo un boom en Gran Bretaña, gracias a las cooperativas de crédito.
La idea consiste en agruparse con otros ahorradores para organizar un sistema de préstamos con el fin de asegurarse de que el destino de sus finanzas es fomentar la economía real. Pero sobre todo se evita que ese dinero vaya a la economía de casino que se ha instaurado en el sistema financiero mundial.
Se impide que en pocos minutos las cuantías depositadas en una cuenta bancaria acaben
en un paraíso fiscal, sirvan para apostar contra la deuda de algún país, con el consecuente perjuicio para los ciudadanos de éste, o simplemente se destinen a descorchar lujosas botellas de champán para celebrar algún negocio exitoso.