Las críticas a la banca y a sus malas prácticas durante los últimos años se han convertido en una conversación casi tan habitual como la de comentar el tiempo con el vecino mientras se coincide en el ascensor.
Pero hay gente que, harta de la crítica, está dando un paso más y se está organizando para evitar que los bancos tengan ese poder casi divino que parece que se les ha otorgado.
Ejemplos de esta acción ciudadana se pueden encontrar a lo largo de todo el planeta y no necesariamente en los países o comunidades más pobres.
Ejemplos de esta acción ciudadana se pueden encontrar a lo largo de todo el planeta y no necesariamente en los países o comunidades más pobres.
Como destacaba hace unas semanas el diario británico The Guardian, el fenómeno es todo un boom en Gran Bretaña, gracias a las cooperativas de crédito.
La idea consiste en agruparse con otros ahorradores para organizar un sistema de préstamos con el fin de asegurarse de que el destino de sus finanzas es fomentar la economía real. Pero sobre todo se evita que ese dinero vaya a la economía de casino que se ha instaurado en el sistema financiero mundial.
Se impide que en pocos minutos las cuantías depositadas en una cuenta bancaria acaben
en un paraíso fiscal, sirvan para apostar contra la deuda de algún país, con el consecuente perjuicio para los ciudadanos de éste, o simplemente se destinen a descorchar lujosas botellas de champán para celebrar algún negocio exitoso.
Frente a ello, el dinero depositado en una cuenta en una cooperativa de crédito se presta a otros titulares de cuentas de esa misma cooperativa. La relación no se establece de cliente a entidad sino entre miembros de una comunidad.
Unos reciben el crédito que necesitan, y que en estos momentos la banca tradicional se niega a conceder, y otros reciben unos intereses ganados limpiamente y sin negocios complicados.
Como explica The Guardian, en las cooperativas de crédito no hay accionistas que exigen más beneficios, ni préstamos dudosos, ni tarjetas de crédito. Tampoco hay directores generales multimillonarios con escandalosos bonus a final de año.
Su sistema de organización se establece a través de personal voluntario que se organiza en comités, pero también cuentan con personal contratado para llevar la gestión diaria.
"Son estos contratados los que se encargan de verificar el historial de crédito de las personas que solicitan un préstamo y quienes deciden directamente si se concede o no cuando son de pequeña cuantía", explica Gren Bingham, el director de la London Community Credit Union. Para aquellas solicitudes de una cuantía mayor, la demanda pasa a un "comité de crédito, formado por miembros elegidos por la asamblea general".
Según los datos manejados por The Guardian, en Reino Unido más de 500.000 personas se han sumado a esta modalidad de préstamos en este año, y más de 1,5 millones lo utilizan desde 2009.
El motivo por el que tanta gente se acerca a esta nueva fórmula financiera se basa en la transparencia y la facilidad del sistema que propone. No hay créditos desorbitados, sino ayudas para financiar gastos reales.
La regla general, según explica Bingham, es que se puede pedir prestado hasta tres veces el saldo que se tiene en la cuenta de ahorro.
"Aunque es muy complicado dar una cifra media de lo que se presta. Yo diría que lo normal está en un máximo de 7.500 libras esterlinas (9.254 euros), aunque se pueden hacer excepciones en función del comportamiento de ese usuario en préstamos anteriores", explica el director de London Community Credit Union.
Una de las particularidades de las cooperativas que están surgiendo en Gran Bretañaes que todos sus miembros viven relativamente cerca. Su filosofía es que el dinero se mantenga entre los miembros de la comunidad y repercuta en el área donde viven.
De esta forma, se ayuda a un comerciante a abrir un nuevo negocio, o a alguien a remodelar su casa, etc. El circuito del dinero se reduce y sus propietarios pueden obtener doble beneficio, el de los intereses que consiguen a cambio de prestarlo y el de los resultados efectivos que esa inyección económica produce en sus barrios.
Es habitual que este tipo de organizaciones realicen jornadas de puertas abiertas en algún local de la comunidad para contar a todo el mundo lo que están haciendo y los beneficios de esta modalidad de inversión.
Se diferencian de otros movimientos ciudadanos como Occupy Wall Street o el 15-M español en que no levantan ninguna bandera reivindicativa, ni corean ninguna crítica. Simplemente apuestan por contar pacíficamente lo que consideran una beneficiosa fórmula de gestión financiera.
Este incremento de la auto-organización por parte de los ahorradores está poniendo nerviosos tanto a los políticos como los banqueros.
Unos porque temen perder la legitimidad, los otros porque ven cómo se les escapa el negocio.
Y es que, aunque parezca complicado, el dinero que se mueve en este tipo de instituciones tiene "las mismas garantías que el resto de entidades financieras del país", según asegura Bingham. "Estamos bajo la cobertura del Financial Services Compensation Scheme (FSCS).
Un sistema que asegura el 100% de los depósitos en una institución financiera hasta las 85.000 libras esterlinas (105.000 euros)", explica. Esto vendría a ser algo parecido al Fondo de Garantía de Depósitos español, que asegura hasta 100.000 euros las cantidades depositadas en las entidades financieras.
Mientras los políticos debaten qué hacer, los banqueros ya están reaccionando.
La publicidad de las grandes corporaciones financieras se ha propuesto como objetivo recuperar la credibilidad perdida.
Los anuncios en Reino Unido están salpicados de palabras como "responsable", "inversión" o "local", e insisten en transmitir el mensaje de "le estamos escuchando".
¿Tal vez antes no lo hacían? ¿o es que ahora no les queda más remedio?
Una encuesta realizada por la consultoraYouGov asegura que el 79% de los británicos no cree que la banca se preocupe de los clientes.
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