Ignacio Escolar, en escolar.net
Dice el economista Paul Krugman que “los avances de la teoría económica en los últimos 30 años fueron, en el mejor de los casos, inútiles; y en el peor, muy dañinos”. Hay una tercera opción, aún más dramática: que el daño no fue inocente; que esas grandes aportaciones de la doctrina neoliberal a la crisis actual fueron parte de una gigantesca estafa: un timo que funcionó y que quedará impune. Era un castillo en el aire, pero no todo el dinero se evaporó. Hubo muchos que ganaron: los mismos que financian y dan voz a algunos de esos economistas que incluso hoy justifican estos desmanes.
La última evidencia del robo del siglo emerge ahora en Irlanda. La niña bonita de los neoliberales, el país que las agencias de calificación ponían como modelo, está a punto de irse a pique.
El Estado asumió la inmensa deuda de los bancos privados y evitó una bancarrota financiera, pero a cambio obtuvo la quiebra nacional: es todo el país, y no sólo los bancos, quien está en riesgo. No está claro siquiera cuál era la peor alternativa, pero el resultado final es que cada irlandés debe hoy unos 60.000 euros de aquella fiesta, a la que no fueron invitados; cada céntimo que paguen en sus impuestos durante años servirá para cubrir las apuestas de esos inversores privados. ¿De qué ha servido la austeridad en las cuentas públicas que exigían los economistas liberales si se permitía a la banca irlandesa asumir unos riesgos que han dejado un agujero del 170% del PIB?
Aunque el escándalo mayúsculo es que después no pase nada. Y no sólo nos jugamos la economía. El mayor peligro para nuestra democracia ya no es el golpismo o el terrorismo: es el sistema financiero. ¿Cómo podrían los políticos justificar un nuevo rescate si no se toman las medidas para que algo así no vuelva a suceder jamás?
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