Juan Francisco Martín Seco
El pasado miércoles, el Parlamento griego aprobaba un duro plan de ajuste. Mientras en la calle se desencadenaba una guerra campal, la euforia se adueñaba de las bolsas europeas. No resulta difícil concluir quiénes son los beneficiarios y quiénes los perjudicados. La situación se parece excesivamente a las intervenciones que en el pasado realizaba el FMI en los países subdesarrollados, concediendo préstamos en condiciones tan severas que las misiones de este organismo iban acompañadas de revueltas, huelgas y violencia callejera. “Tumulto Fondo”, llegó a denominarse. La medicina mataba al enfermo, y bastantes de estos estados tan sólo han comenzado a respirar cuando se han liberado del FMI y del Consenso de Washington.
Los ajustes no van a solucionar la crítica situación griega. Su problema no es de liquidez, sino de solvencia. Su problema, al igual que el de otros países, por ejemplo España, se llama Unión Monetaria (UM). Su talón de Aquiles, que tiene la misma moneda que Alemania, por lo que sufre un tipo de cambio irreal. Merkel se reúne con el primer ministro chino y consigue duplicar sus exportaciones a condición de abrir los mercados europeos a los productos del gigante asiático; ¿cómo van a competir Grecia y otros muchos estados de la UM?
¿Cuál, entonces, es la razón del rescate? Desde luego, no es salvar al país heleno, sino ganar tiempo para que los bancos europeos terminen por liberarse de la deuda griega. Entre 2009 y 2010, las entidades financieras alemanas han reducido su exposición a la deuda de los mal llamados “PIGS” (Portugal, Irlanda, Grecia y España) de 500.000 a 230.000 millones de dólares, y de forma similar las francesas. Dentro de un año, Grecia seguirá igual o peor y tendrá que abandonar el euro y reestructurar la deuda, pero esta, sin embargo, ya no se encontrará en manos de los bancos franceses o alemanes, sino del Banco Central Europeo (BCE) y del resto de los estados de la eurozona. Es posible que a medio plazo, España o Italia, para sobrevivir, tengan también que salir de la UM, pero entonces tendrán que enfrentarse no sólo a su endeudamiento sino al transferido por las entidades financieras europeas. A pesar del llamado contagio, hasta hace poco el problema era de los bancos. Ahora ya lo compartimos. Mañana será exclusivamente nuestro.
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