Vicenç Navarro
Existe una impresión generalizada de que estuvimos al borde de que el euro desapareciera y de que la Unión Europea se desmembrara. Josep Oliver, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, y uno de los economistas a los que leo en El Periódico siempre con gran interés y, a menudo, como ahora, con desacuerdo, repite esta percepción en un artículo “Los Estados Unidos de Europa”, publicado en tal rotativo el último 01.03.12, señalando que parece que estamos saliendo del peligro de colapso del euro y desmantelamiento de la UE, pero tenemos que ir todavía con mucho cuidado y cautela porque estamos lejos de haber salido de la crisis actual.
Del artículo parece deducirse que, según el profesor Oliver, la causa de que nos estemos alejando del precipicio se debe a las políticas de rectitud fiscal, promovidas por el gobierno de la canciller Angela Merkel y aplicadas a todos los otros países. Parecería, pues, que el Profesor Oliver atribuye lo que considera una mejora a la política de ortodoxia fiscal que nos ayuda a salir del atolladero en que nos encontramos. Últimamente el Profesor Josep Oliver ha indicado su apoyo a las políticas de recortes de gasto público, aún cuando ha protestado por la manera indiscriminada e injusta de tales recortes.
Con el gran respeto que le tengo al profesor Oliver, tengo que indicar que estoy en profundo desacuerdo con él. Soy consciente de que esta lectura de la realidad es la más común, pero ello no la hace más creíble o certera. En primer lugar, el euro nunca estuvo en peligro. Si hubiera estado en peligro, hubiera caído en picado el valor de tal moneda, cosa que no ha ocurrido. Aunque se devaluó frente a otras monedas, como el dólar estadounidense, el euro jamás bajó más en el valor que tenía cuando se estableció (ver mi artículo “El euro no está en peligro. El bienestar de la población sí que lo está”. El Plural. 26.12.11). En realidad, el descenso del euro fue un cambio positivo para la economía real productiva, pues facilitó la mejora de las exportaciones a zonas que comercializan con los países de la Unión Europea. El que la banca y el establishment europeo clamaran que había que implementar políticas de austeridad a fin de salvar al euro, no quiere decir que el euro estuviera en peligro. La Banca y el Banco Central Europeo (BCE) perdieron credibilidad desde hace mucho tiempo.
En cuanto al descenso de los intereses de la deuda pública, ello tiene poco que ver con las políticas de austeridad. El hecho más importante que ha ocurrido para explicar tal bajada no es la reducción del déficit del Estado español, sino la decisión del Banco Central Europeo de comprar deuda pública española en los mercados secundarios. Esta decisión ha sido la que ha determinado la bajada de tales intereses. En realidad, el nivel de los intereses es modificable y depende de causas políticas. Contra lo que el profesor Oliver indica, no son los mercados financieros los que determinan el nivel de los intereses de la deuda pública. Este nivel es más una variable política que económica. Y puede modificarse fácilmente mediante la intervención del BCE. Éste, que es en la práctica un lobby de la banca, modula sus intervenciones con el objetivo de alcanzar lo que desea, como la privatización de los servicios, la desregulación de los mercados laborales, la eliminación de los convenios colectivos y otras medidas que, en realidad, tienen poco que ver con la fortaleza del euro, y mucho que ver con los intereses empresariales de la banca y otros elementos del capital financiero. Baste sólo con leer las declaraciones del Presidente del BCE, Mario Draghi (que había sido Vicepresidente del Banco Goldman Sachs) a la revista Wall Street Journal (24.02.12) en el que, con toda claridad y contundencia, indica que “la Europa Social es inviable”, señalando que la era de la Europa Social ha terminado. Todas las condiciones que el BCE está poniendo a España para que intervenga es que reduzca más y más el Estado del Bienestar, instrucciones que el gobierno Rajoy está cumpliendo a pies juntillas. Creerse que bajar tal gasto público hará recuperar “la confianza de los mercados” es de una ingenuidad que queda claramente en evidencia con lo que está ocurriendo en España. Por desgracia, pocos fuimos los autores que denunciamos estas políticas fiscales cuando se presentaron como la solución a la gran recesión. Hoy, los hechos nos han dado la razón. Sería de desear que economistas como Josep Oliver, que sin lugar a dudas piensan en sus propuestas mejorar la calidad de vida de las clases populares, se dieran cuenta de ello lo más pronto posible.
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