Juan Antonio Molina, en 'Diarioprogresista'
Luz acharolada de las farolas espejeando en los adoquines brillantes y húmedos mientras Montand canta como en un susurro: "Les jours de la vie sont bien monotones...". El mismo Yves Montand que valseaba al borde de los acantilados con el camión cargado de dinamita en "El salario del miedo." La monotonía de lo dramático. La normalidad de lo extraordinario.
También lo extravagante de los conceptos ideológicos que travestidos de teorías científicas quieren imponer una perversa racionalidad para la implantación de una sociedad injusta y retardataria. Todo ello macerado por una economía neoliberal que es como la teología en los siglos XVI y XVII, con sus inquisidores, su santo tribunal y su sentido paranoico del dogma y su tostadero.
No hay lugar para el dolor humano, para la necesidad, para la dignidad de las personas. La ciudadanía es degradada a mercancía donde las libertades y los derechos cívicos se convierten en una mera cuestión de recursos. La sociedad no existe, sólo individuos enfrentados entre sí, donde los débiles son víctimas del darwinismo social. De los malos negocios de los banqueros se hace cargo el Estado que por ese motivo no puede atender a los enfermos, a los ancianos, a los parados y a todas las víctimas de los especuladores que se convierten en culpables.
La democracia es una caricatura si no garantiza la igualdad y la solidaridad sin las cuales la justicia y las libertades públicas son una fantasmagoría. Mientras tanto la izquierda se ha convertido en un kitsch, que es lo que no admite homogeneización a su pesar. Es una estética de restos en lo que se refiere al arte, y una ideología de restos en lo que se refiere a la política económica. Y no habrá solución si la razón sigue sin ideología, sólo las ideas pueden derribar los muros de la irracionalidad y la injusticia.
Para Pierre Bourdieu, el liberalismo radical es evidentemente la muerte de la producción cultural libre, porque la censura se ejerce a través del dinero. Describir las cosas como fatales es algo deliberado. Apunta a destruir barreras, incluso intelectuales. Si se destruyen barreras, cada vez se encontrarán menos resistencias. Es un pensamiento sin metafísica el que ha privatizado al Estado para entregarlo a intereses organizados, mientras una izquierda sin pensamiento se adapta a la irracionalidad de la gestión de un ámbito que la niega. Un tortuoso camino emprendido por la socialdemocracia después de concluir que su propia ideología ya no sirve para cambiar el mundo y ni tan siquiera como agente explicativo de la realidad histórica y social.
Es lógico que la derecha pretenda ahormar el Estado y la misma democracia a los intereses muy minoritarios de los poderes financieros y económicos. Pero, ¿y la posición del socialismo democrático ante el pensamiento neoliberal? La razón de ser de las fuerzas progresistas se fundamentaba en la ambición de cambiar la situación general de la producción, transformando las condiciones de trabajo y sustrayendo del beneficio capitalista la salud de las personas, su marco de vida, educación y cultura. Mientras que la Revolución de 1789 creó el ciudadano libre en un Estado arrancado de la tiranía del absolutismo, el socialismo democrático tiene por finalidad crear ciudadanos responsables en el seno de una democracia económica. R.H.S. Crossmann escribió en sus Nuevos ensayos fabianos: “Después de todo, el objetivo final del socialismo no es la consecución de la felicidad sino la ampliación de la libertad.”
TIEMPOS DIFÍCILES - 'El salario del Miedo'
Etiquetas: derechos humanos, desigualdades | author: jose luis ochoaPosts Relacionados:
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