Billete de 10 Brixton Pounds, una moneda social del distrito londinense de Brixton. Fuente: ComplementaryCurrency.org
¿A quién pertenece el billete de 10 euros que -con suerte- llevas en la cartera? ¿Y los millones que centrifugan día a día las sicav? La respuesta obvia sería que a sus respectivos poseedores (tú y otros, respectivamente). ¿Y la correcta? Para conocerla primero tenemos que responder: ¿huevo o gallina, creador o poseedor? Y la respuesta es un huevo igual de lustroso que el de los derechos de autor y la música, por ejemplo. El dinero no pertenece a quien lo posee, sino a quien lo “crea”.
En el caso del euro, como sabemos, es el Banco Central Europeo quien cumple esa función. Antes de 2002, nuestro Banco de España lo era de la peseta. En EE.UU. lo es la Reserva Federal, que además es una institución directamente privada. Todas ellas, hoy, entidades como mínimo en tela de juicio. En algunos casos por ocultismo, en otros por ser claramente “partisanas” de determinados intereses y en otros por ser directamente chapuceras en la gestión de sus responsabilidades (adivinen).
Más allá de la catarata de motivos para pensar en alternativas a este dinero, digamos, “tradicional”, y a la que cada ciudadano podría añadir su propia gota, la realidad es que las monedas sociales, al margen de estas instituciones, florecen al calor de la hoguera de la crisis.
Las monedas sociales (también llamadas locales, alternativas o complementarias) son una herramienta que nos permite registrar los intercambios en una determinada zona para crear con ellos un sistema económico alternativo y permanente que permita, en mayor o en menor medida, prescindir de la moneda “oficial”. No obstante esto último no siempre es un objetivo en los miles de sistemas monetarios comunales que ya existen por todo el mundo.
Y en nuestro país. En el siguiente mapa elaborado por Vivirsinempleo.org para su informe sobre la situación de las monedas sociales en España a abril de este año, vemos como no es precisamente un fenómeno aislado:
(Ver Bancos de Tiempo y Monedas Sociales en España en un mapa más grande)
Por ejemplo, en una ciudad tan duramente castigada por el paro como la gaditana Jerez de la Frontera existe desde hace ya cinco años el Zoquito , y en zonas como Valencia funciona el Sol , una moneda en forma de cartilla basada en el sistema francés SEL , en funcionamiento desde hace 25 años en varias regiones del país vecino.
Taller monedas sociales bilbao from Julio Gisbert
Aunque como podemos ver en la presentación de arriba existen muchas formas de pensar y organizar un sistema de moneda social en función de cuáles son los objetivos de sus impulsores, en general sí podemos determinar la chispa, el origen de casi todos ellos: la exclusión del sistema oficial del dinero que padecen ciertos sectores sociales, cada vez más amplios.
A ello se suma la constatación de que siendo ya la moneda tradicional una representación fiduciaria del dinero (hace mucho que no está respaldada por metales como el oro, sino por la confianza de los mercados en su “creador”), el dinero social “solo” necesitaría lograr constituir una red de confianza mutua muy fuerte entre sus usuarios-poseedores para existir y crear una economía al margen de la esencia capitalista.
Las comillas del “solo” valen su peso en oro, nunca mejor dicho, porque crear una moneda social no es tarea fácil, mucho menos en esta era de la inmediatez para todo y los resultados para ayer. Se necesita paciencia, tesón y muchas cosas más. Pero se puede, y puede salir muy bien. La activista Mira Luna publica recientemente en Shareable una serie de consejos para lanzarse a crear una moneda social. Vale la pena porque la chica no solo conoce el sector (sí, ya lo es) del ‘Community Currency’, sino que además tiene experiencia propia directa en dar forma a billetes cuyas ‘caras’ podríamos ser tú o yo.
Los consejos de Mira Luna:
Equipo . Es importante que el grupo impulsor de la nueva moneda sea eso, un grupo y no un individuo “iluminado”, y que además sus miembros se lleven muy bien. Éstos deben compartir valores y objetivos, aunque el proyecto de moneda se planifique en varias direcciones.
Definir los objetivos y priorizarlos bien. ¿Qué se quiere conseguir con la moneda, ayudar a los comercios locales o a los vecinos con bajos ingresos? ¿Favorecer el transporte privado compartido o la atención a personas mayores sin muchos recursos? Hay que listar todos los objetivos, comprobar que no son autoexcluyentes y priorizarlos. Serán la brújula para desarrollar el proyecto.
Escoger la herramienta y asegurarse de que es fácil de usar. La moneda impresa no siempre es una solución adecuada para todos. Es posible que según el objetivo, sea más útil, por ejemplo, una plataforma digital de intercambio o cualquier otro medio de los que hemos visto en la presentación de Julio Gisbert .
Conocer a la comunidad, a los vecinos, a los que van a ser los usuarios y poseedores de la moneda social. Si la mayoría de tus vecinos son personas mayores, quizá no es buena idea usar un sistema digital, por ejemplo. Diseña el plan pensando en ellos, no en tu “ideal”. Si puedes, haz focus groups con tu público objetivo y tus stakeholders (comercios locales, asociaciones culturales, ayuntamiento, etc.).
Hacer los “deberes” y conseguir un mentor. Fíjate en la experiencia acumulada y benefíciate aprendiendo de ella. Presta atención a otras monedas, habla con sus impulsores, estate al día. Aquí puedes conocer quiénes están haciendo ya cosas y aquí de la actualidad del ‘sector’ del community currency.
Definir bien la estructura de organización y de ‘gobierno’ de la nueva moneda. La credibilidad, la confianza, como vimos arriba, son el verdadero capital de la moneda. Pretender que esta “funcione sola” gracias al “espíritu constructivo y buena fé” de la comunidad es una bonita teoría pero no ocurre en la realidad. Por ejemplo, en este punto tienes que decidir si el nuevo sistema monetario tiene o no ánimo de lucro (el oficial lo tiene) y cuáles son las reglas, quiénes, cuándo y cómo se toman las decisiones.
Concretar el área geográfica, dónde va a circular la divisa. Lo ideal sería una área lo suficientemente diversa como para darse en ella la mayor parte de las necesidades que hacen necesario el dinero, y lo suficientemente pequeña como para permitir el intercambio directo y la construcción de comunidad y responsabilidad compartida.
Difundir a través de eventos. Debemos pensar en nuestro público usuario y acudir donde están. Reuniones para intercambios y trueques y/o eventos para compartir habilidades (cursos y talleres de cualquier tipo) son útiles demostraciones de la moneda que la revisten de un pragmatismo necesario para que sea percibida como útil, indispensable para que se extienda su uso.
Desarrollar alianzas y tomárselas muy en serio. Hay que buscar organizaciones que nos ayuden a reclutar miembros del equipo impulsor y/o usuarios de la moneda. Establecer alianzas programáticas que aporten valor a ambos, que eleven su estatus y su reputación social. Por ejemplo, buscar en el área geográfica de circulación una institución especialmente arraigada socialmente. En un lugar puede ser la parroquia y en otro una organización juvenil. También empresas privadas o cooperativas de trabajadores. La base es el win-win. Una buena manera de construir una alianza de este tipo es presentando la moneda al equipo/staff de dicha organización y preguntarles qué necesidad les gustaría cubrir con la nueva divisa, como por ejemplo, una nueva página web para la entidad. La hacemos nosotros y les cobramos ya con la nueva moneda. Hay miles de ejemplos para cada caso.
Mantener la circulación de la moneda. “Aquí es donde muchas monedas sociales han sucumbido”. Lo dice uno de los mayores estudiosos de este sistema, Bernard Lietaer , quien además conoce muy bien el otro lado porque participó en su día en el diseño del euro. Según este economista, muchas comunidades olvidaron cerrar patrones completos de circulación y ello propició que la moneda tendiera a acumularse en partes concretas del sistema, restándole relevancia y confianza. Para mantenerla fluyendo, hay que identificar en la comunidad de usuarios sus necesidades no satisfechas y sus recursos infrautilizados, especialmente aquellos que no están atendidos por el sistema convencional. Trabajar en la circulación significa crear maneras de acumular y canjear moneda. Por ejemplo, un inmigrante que acaba de ser desposeído del derecho a la atención sanitaria y un médico que puede cambiar la moneda en, por ejemplo, productos de la ONG que está ayudando a esa persona.
Usar la moneda para financiar la propia moneda. Los gobiernos lo hacen, y a unos elevados intereses que pagamos todos, en España en forma de recortes sociales. Nosotros podemos hacer lo mismo, pero además creando impacto social positivo en lugar de negativo. Usemos la nueva moneda para pagar al personal, recompensar a los voluntarios, organizar los eventos o sufragar el marketing. Financiar el propio proyecto de esta forma es también una buena práctica para aprender a usar la moneda.
No rendirse pero estar dispuesto a cambiar de dirección en cualquier momento. Las monedas sociales nuevas necesitan por lo menos unos cuantos años para establecerse. Mientras tanto, podrás divertirte, hacer amigos y conseguir cubrir algunas necesidades de sus primeros usuarios. Hay que auditar al máximo esos primeros usos para confirmar (o no) que se van cumpliendo los objetivos que se establecieron al principio y cambiar la estrategia si fuera necesario.
Si realmente estás dispuesto a intentarlo, aquí va una guía de como diseñar el lanzamiento de una nueva moneda social y aquí otra mucho más exhaustiva sobre todos los puntos clave a tener en cuenta en el proceso (ambas en inglés). Si el dinero es de quien lo crea, cambiar las reglas es posible.
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