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Daniel Raventós rompe el cliché del joven economista que parece un ejecutivo moderno. Tiene aspecto, más bien, de izquierdista del 68, con su pelo largo y su camiseta. Y es verdad que procede de la Liga Comunista, Revolucionaria, aunque ahora no milite. Ahora, casado y con una hija de 17 años, es un profesor universitario de Teoría Social convencido de qué para defender cualquier propuesta hay que demostrar antes su viabilidad económica. Raventós es discípulo de Antoni Doménech, a su vez alumno de Manuel Sacristán, un clásico de las ideas de izquierdas en España. Daniel cree que la propuesta de la renta básica es tan razonable que sólo precisa que se la analice sin prejuicios. Y se esfuerza en realizar análisis claros y llenos de datos e información. Pero, por encima de todo, consigue que le escuches con atención porque parece un hombre de biografía afanosa, que está intentando ahora llegar a donde siempre quiso por caninos distintos. De forma completamente sincera.
En el mes de octubre (días 6 y 7) se celebrará en Berlin el Congreso del BIEN. Dicho así, parece algo relacionado con filósofos o moralistas, pero se trata del VIII Congreso del Basic Income European Network, una reunión a la que asistirán economistas y sociólogos de todo el mundo. La idea de la que parte es simple (y muy polémica): todo ciudadano de un país tiene derecho, sólo por serlo, a un ingreso pagado por su Gobierno, sin tomar en consideración si quiere trabajar o no, si es rico o pobre, si tiene o no otras rentas o con quién viva. La propuesta nació en 1986 en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), firmada por los catedráticos Philippe van Parijs y Robert van der Veen, y ha estado casi reducida a ambientes académicos.
La novedad en este VIII Congreso es que varios famosos economistas y sociólogos han decidido apoyar el debate. No se trata de que los premios Nobel Herbert Simon y James Tobin, o lord Dahrendorf, André Groz y Michel Rocard sean defensores de la renta básica garantizada, pero sí por primera vez, han deciddo prestar sus nombres para evitar que la discusion sobre el BIEN siga circulando en cenáculos y siga siendo desautorizada sin rebatir sus análisis.
En España, uno de los principales defensores de la idea del subsidio universal garantizado es Daniel Raventós, un profesor, de 41 años, de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona. Raventós ha elaborado una tesis doctoral y escrito un libro, El Derecho a la existencia (Ariel Practicum), en los que explica las bases científicas de la propuesta.
PREGUNTA. Dice usted que plantear el tema de un salario para todo el mundo requiere una justificación ética y un estudio de viabilidad económica.
RESPUESTA. Son las dos primeras resistencias intelectuales. Hay que responder a dos preguntas: ¿es justo que quien no quiera trabajar perciba una asignacíón incondicional?, ¿es la renta básica o el salario universal grantizado una quimera desde el punto de vista económico? Casi todas las corrientes filosóficas sobre la justicia están de acuerdo en que esa idea no plantea un rechazo ético.
En cuanto a la viabilidad económica, y aunque pueda parecer raro, una asignación universal es seguramente más barata que los subsidios condicionados de hoy día.
P. ¿Cómo se calcularía la cantidad a recibir?
R. Hay dos propuestas de financiación. Según una de ellas, se fija dónde está el nivel de pobreza en ese país y se sitúa la renta básica por encima de ese listón. Otro grupo de propuestas consiste en calcular cuánto se gasta actualmente el Estado en medidas sociales contra la pobreza, fomento de empleo, subsidio de paro, pensiones, etcétera, y dividir esa cantidad entre el número total de ciudadanos. El último proyecto de financiación lo ha elaborado un profesor de la Autónoma de Barcelona, y esa división, en el caso de España, permitiría dar a cada ciudadano, hoy por hoy, una renta perpetua de unas 70.000 pesetas mensuales para mayores de 18 años y de unas 20.000 para menores de esa edad.
P. Si esa renta sustituyera a las pensiones, significaría un recorte muy importante.
R. Me parece que no tiene usted en cuenta que en este momento la gran mayoría de las pensiones españolas es inferior a esa cantidad. Pero admito que es un problema. Quizá, a los que ya tienen derecho á una pensión más alta se les abonaría en dos partes: una, la de la renta básica, y otra, hasta completar la pensión a la que ahora tienen derecho
P. Supongo que la renta básica sólo sería posible en países desarrollados…
R. La idea es una implantación global, pero, claro, empezando por donde se pueda. Pero no es cierto que esté pensada para países ricos. En cualquier caso, es evidente que el subsidio universal garantizado no costaría lo mismo en Bangladesh que en Irlanda. El umbral de pobreza es muy distinto; millones de personas viven hoy con menos de un dólar al día.
P. ¿Los países con renta básica no sufrirían una presión inmigratoria intolerable?
R. Tal y como están las cosas, creo que los emigrantes ya están decididos a entrar, sea como sea, y en las condiciones actuales cuando deciden venir, ya han dejado todo detrás. Pero en fin, la regulacion de los inmigrantes dependería de las leyes de cada país o de una política de inmigración para el conjunto de la UE.
P. ¿No cree que la renta básica haría que muchas mujeres dejaran de trabajar? ¿No tiene el riesgo de cambiar completamente el mapa del mercado productivo?
R. No creo que en sociedades como la nuestra muchas mujeres se retiraran del trabajo. El salario básico daría libertad e inpendencia a las mujeres que no la tienen en la actualidad y no perjudicaría a alcanzado ese estatus. Sí creo, sin embargo, que la renta básica puede tener consecuencias muy notables en el mercado del trabajo. Por ejemplo, algunos salaríos subirían y otros bajarían. Habría que pagar más a la gente que hace trabajos desagradables: esos salarios tenderían a crecer, mientras que tenderían a bajar los de aquellos trabajos que llevan en sí mismos un cierto grado de satisfacción, poder o prestigio social. Seguro que el salario de profesor en la facultad de Económicas de Barcelona bajaría.
P. Quizá, no habría nadie para hacer los trabajos desagradables, salvo a precios extraordinarios.
R. No creó. En cualquier caso, el mercado estaría entonces completamente liberalizado y cada trabajador tendría un gran poder contractual. Otra de las consecuencias es que habría mucha más autoocupación y mucho más trabajo voluntario.
P. ¿Todo esto no implica también cambios muy profundos en los valores sociales?
R. Estamos en una sociedad en la que ya existe un grupo de gente que tiene la posibilidad de vivir sin aportar nada. El salario universal significaría extender eso a todo el mundo, pero la inmensa mayoría de la gente seguiría trabajando, bien para conseguir más ingresos, bien porque le satisfaga. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que este experimento de la renta básica no se ha llevado a cabo en ningún lado y que sólo la práctica permitiría ver qué hay que corregir o modificar. En cualquier caso, sería una medida muy eficaz contra, la pobreza, por definición quedaría suprimida.
P. Dígame otra ventaja económica.
R. Por ejemplo, que acaba con el fraude. Al ser un subsidio no condicionado, no se puede hacer fraude y no hacen falta funcionaríos para detectar ese fraude ni para gestionar complicados papeleos. Ahora, si estás cobrando el seguro de desempleo y te ofrecen un pequeño trabajo, mucha gente
opta por el trabajo negro para no perder el seguro. Si recibiera la renta en cualquier caso, no aceptaría el trabajo así y el control de los impuestos seria más solvente.
P. Además de en la universidad, ¿hay algún otro foro donde la idea de la renta básica se esté discutiendo?
R. En España ha empezado a salir de los círculos académicos hace sólo un año y de forma muy humilde. Algunos sindicatos piden información para sus cuadros, unos cuantos políticos quieren leer algo sobre el tema… En Irlanda, la comisión de justicia de la Iglesia católica sé planteó llevarlo al Parlamento de Dublín. Aquí hay ahora un grupo de parlamentarios que se plantea presentar una propuesta de ley en el Parlamento de Cataluña y,
luego, en el español. La idea sería, más o menos, un subsidio universal por encima del nivel de pobreza, es decir, de unas 50.000 pesetas.
P. Cuando empezó a hablar de estos temas, ¿le tomaron por loco?
R. Cuando empiezas a hablar de una renta básica universal garantizado para todos, la gente se pregunta si estás enfermo o has bebido. Pero si consigues que comiencen a analizar la propuesta en concreto, se van venciendo muchas resistencias. Está claro que no se trata de una cuestión de
moda, pero resulta sorprendente ver la gente que va apoyando la idea, tanto en la derecha como en la izquierda. De hecho, habría que recordar que un economista tan poco sospechoso de veleidades comunistas como Milton Friedman hizo una propuesta en el mismo sentido de intentar erradicar la pobreza aunque se trataba de un proyecto distinto, el llamado impuesto negativo de la renta.
En el mes de octubre (días 6 y 7) se celebrará en Berlin el Congreso del BIEN. Dicho así, parece algo relacionado con filósofos o moralistas, pero se trata del VIII Congreso del Basic Income European Network, una reunión a la que asistirán economistas y sociólogos de todo el mundo. La idea de la que parte es simple (y muy polémica): todo ciudadano de un país tiene derecho, sólo por serlo, a un ingreso pagado por su Gobierno, sin tomar en consideración si quiere trabajar o no, si es rico o pobre, si tiene o no otras rentas o con quién viva. La propuesta nació en 1986 en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), firmada por los catedráticos Philippe van Parijs y Robert van der Veen, y ha estado casi reducida a ambientes académicos.
La novedad en este VIII Congreso es que varios famosos economistas y sociólogos han decidido apoyar el debate. No se trata de que los premios Nobel Herbert Simon y James Tobin, o lord Dahrendorf, André Groz y Michel Rocard sean defensores de la renta básica garantizada, pero sí por primera vez, han deciddo prestar sus nombres para evitar que la discusion sobre el BIEN siga circulando en cenáculos y siga siendo desautorizada sin rebatir sus análisis.
En España, uno de los principales defensores de la idea del subsidio universal garantizado es Daniel Raventós, un profesor, de 41 años, de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona. Raventós ha elaborado una tesis doctoral y escrito un libro, El Derecho a la existencia (Ariel Practicum), en los que explica las bases científicas de la propuesta.
PREGUNTA. Dice usted que plantear el tema de un salario para todo el mundo requiere una justificación ética y un estudio de viabilidad económica.
RESPUESTA. Son las dos primeras resistencias intelectuales. Hay que responder a dos preguntas: ¿es justo que quien no quiera trabajar perciba una asignacíón incondicional?, ¿es la renta básica o el salario universal grantizado una quimera desde el punto de vista económico? Casi todas las corrientes filosóficas sobre la justicia están de acuerdo en que esa idea no plantea un rechazo ético.
En cuanto a la viabilidad económica, y aunque pueda parecer raro, una asignación universal es seguramente más barata que los subsidios condicionados de hoy día.
P. ¿Cómo se calcularía la cantidad a recibir?
R. Hay dos propuestas de financiación. Según una de ellas, se fija dónde está el nivel de pobreza en ese país y se sitúa la renta básica por encima de ese listón. Otro grupo de propuestas consiste en calcular cuánto se gasta actualmente el Estado en medidas sociales contra la pobreza, fomento de empleo, subsidio de paro, pensiones, etcétera, y dividir esa cantidad entre el número total de ciudadanos. El último proyecto de financiación lo ha elaborado un profesor de la Autónoma de Barcelona, y esa división, en el caso de España, permitiría dar a cada ciudadano, hoy por hoy, una renta perpetua de unas 70.000 pesetas mensuales para mayores de 18 años y de unas 20.000 para menores de esa edad.
P. Si esa renta sustituyera a las pensiones, significaría un recorte muy importante.
R. Me parece que no tiene usted en cuenta que en este momento la gran mayoría de las pensiones españolas es inferior a esa cantidad. Pero admito que es un problema. Quizá, a los que ya tienen derecho á una pensión más alta se les abonaría en dos partes: una, la de la renta básica, y otra, hasta completar la pensión a la que ahora tienen derecho
P. Supongo que la renta básica sólo sería posible en países desarrollados…
R. La idea es una implantación global, pero, claro, empezando por donde se pueda. Pero no es cierto que esté pensada para países ricos. En cualquier caso, es evidente que el subsidio universal garantizado no costaría lo mismo en Bangladesh que en Irlanda. El umbral de pobreza es muy distinto; millones de personas viven hoy con menos de un dólar al día.
P. ¿Los países con renta básica no sufrirían una presión inmigratoria intolerable?
R. Tal y como están las cosas, creo que los emigrantes ya están decididos a entrar, sea como sea, y en las condiciones actuales cuando deciden venir, ya han dejado todo detrás. Pero en fin, la regulacion de los inmigrantes dependería de las leyes de cada país o de una política de inmigración para el conjunto de la UE.
P. ¿No cree que la renta básica haría que muchas mujeres dejaran de trabajar? ¿No tiene el riesgo de cambiar completamente el mapa del mercado productivo?
R. No creo que en sociedades como la nuestra muchas mujeres se retiraran del trabajo. El salario básico daría libertad e inpendencia a las mujeres que no la tienen en la actualidad y no perjudicaría a alcanzado ese estatus. Sí creo, sin embargo, que la renta básica puede tener consecuencias muy notables en el mercado del trabajo. Por ejemplo, algunos salaríos subirían y otros bajarían. Habría que pagar más a la gente que hace trabajos desagradables: esos salarios tenderían a crecer, mientras que tenderían a bajar los de aquellos trabajos que llevan en sí mismos un cierto grado de satisfacción, poder o prestigio social. Seguro que el salario de profesor en la facultad de Económicas de Barcelona bajaría.
P. Quizá, no habría nadie para hacer los trabajos desagradables, salvo a precios extraordinarios.
R. No creó. En cualquier caso, el mercado estaría entonces completamente liberalizado y cada trabajador tendría un gran poder contractual. Otra de las consecuencias es que habría mucha más autoocupación y mucho más trabajo voluntario.
P. ¿Todo esto no implica también cambios muy profundos en los valores sociales?
R. Estamos en una sociedad en la que ya existe un grupo de gente que tiene la posibilidad de vivir sin aportar nada. El salario universal significaría extender eso a todo el mundo, pero la inmensa mayoría de la gente seguiría trabajando, bien para conseguir más ingresos, bien porque le satisfaga. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que este experimento de la renta básica no se ha llevado a cabo en ningún lado y que sólo la práctica permitiría ver qué hay que corregir o modificar. En cualquier caso, sería una medida muy eficaz contra, la pobreza, por definición quedaría suprimida.
P. Dígame otra ventaja económica.
R. Por ejemplo, que acaba con el fraude. Al ser un subsidio no condicionado, no se puede hacer fraude y no hacen falta funcionaríos para detectar ese fraude ni para gestionar complicados papeleos. Ahora, si estás cobrando el seguro de desempleo y te ofrecen un pequeño trabajo, mucha gente
opta por el trabajo negro para no perder el seguro. Si recibiera la renta en cualquier caso, no aceptaría el trabajo así y el control de los impuestos seria más solvente.
P. Además de en la universidad, ¿hay algún otro foro donde la idea de la renta básica se esté discutiendo?
R. En España ha empezado a salir de los círculos académicos hace sólo un año y de forma muy humilde. Algunos sindicatos piden información para sus cuadros, unos cuantos políticos quieren leer algo sobre el tema… En Irlanda, la comisión de justicia de la Iglesia católica sé planteó llevarlo al Parlamento de Dublín. Aquí hay ahora un grupo de parlamentarios que se plantea presentar una propuesta de ley en el Parlamento de Cataluña y,
luego, en el español. La idea sería, más o menos, un subsidio universal por encima del nivel de pobreza, es decir, de unas 50.000 pesetas.
P. Cuando empezó a hablar de estos temas, ¿le tomaron por loco?
R. Cuando empiezas a hablar de una renta básica universal garantizado para todos, la gente se pregunta si estás enfermo o has bebido. Pero si consigues que comiencen a analizar la propuesta en concreto, se van venciendo muchas resistencias. Está claro que no se trata de una cuestión de
moda, pero resulta sorprendente ver la gente que va apoyando la idea, tanto en la derecha como en la izquierda. De hecho, habría que recordar que un economista tan poco sospechoso de veleidades comunistas como Milton Friedman hizo una propuesta en el mismo sentido de intentar erradicar la pobreza aunque se trataba de un proyecto distinto, el llamado impuesto negativo de la renta.
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