Juan Torres en ECCUS
En los últimos años se ha puesto de moda la idea de que la función de la universidad es formar profesionales para “adaptarse al mercado”. Incluso lo he visto escrito así, textualmente, en la propaganda oficial de alguna universidad española.
Me parece una aberración. El mercado es una institución cambiante y cuyos resultados no siempre son los más satisfactorios para la sociedad, especialmente para sus miembros más desfavorecidos. Por eso las personas no pueden ser esclavas del mercado, no pueden adaptarse a él sea cual sea su condición y aceptar sin más lo que allí ocurra. Debe ser al revés. Lo que tenemos que lograr es que sea el mercado quien se adapte constantemente a las necesidades de los seres humanos.
Las personas, y especialmente las mejor preparadas en la universidad, debemos aprender precisamente a intervenir y corregir el funcionamiento de los mercados para que éstos procuren las soluciones más satisfactorias para toda la población y no solo para los más poderosos. Lo cual se puede lograr mediante reglas, incentivos y un sistema efectivo de poderes de apropiación justo y equilibrado que hay que aprender a diseñar y controlar. De hecho, es muy fácil comprobar que, según cuales sean las normas dominantes en cada uno, hay mercados que funcionan muy bien y otros, la mayoría, que están controlados por unos pocos y que solo satisfacen a los privilegiados que tienen más poder económico y de decisión.
Por tanto, lo mejor para la sociedad sería que los universitarios aprendieran a domeñar el mercado (y en general a todos los mecanismos de provisión de bienes y servicios), que adquirieran habilidades y competencias para ponerlo al servicio de la sociedad y no que se adapten pasivamente a él, como quieren los que ahora controlan los mercados.
¿A quién conviene que los universitarios se adapten sin más a un mercado laboral tan asimétrico como el de hoy día, tan injusto y discriminatorio, tan dedicado a dar ventajas a la patronal en contra de los trabajadores, generador de la mayor desigualdad salarial de los últimos cincuenta años? ¿A quién le interesa convencer a todos de que lo mejor es adaptarse a estos mercados y no tratar de reformarlos en beneficio de la mayoría de la sociedad?
¿Y, por tanto, en nombre y en interés de quién actúan los dirigentes universitarios, los ministros o rectores que repiten constantemente la cantinela de que las enseñanzas y la formación universitaria deben estar al servicio de las empresas y el mercado?
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