Entrevista a Gregorio López, de la Universidad de Castilla la Mancha
- Decrecimiento: una definición breve, o define esa filosofía del decrecimiento en dos o tres puntos.
En la actual situación de grave crisis ambiental y crisis de desigualdad y empobrecimiento que sufre la mayor parte de la población del planeta, el decrecimiento nos conecta con la responsabilidad que tiene el sistema capitalista globalizado en la explicación de las mismas. Crecer continuamente, sin pararnos a pensar en los posibles efectos laterales que ello con llevaba, ha sido el objetivo básico del capitalismo. Hay que frenar y cambiar el rumbo, y el decrecimiento nos invita a ello a través de la simplicidad voluntaria, de la reducción del consumo, de la valoración de las relaciones personales, de la autoproducción de los bienes básicos que necesitamos para la vida, del intercambio directo al margen de los mercados, el reparto del trabajo,…todo con el fin de que los recursos materiales y energéticos de la Tierra se utilicen con criterios de conservación y de justicia social.
- El decrecimiento no plantea volver a las épocas pasadas o vivir peor, ¿cierto?
Esa es la crítica fácil que plantean sus detractores. El decrecimiento implica una nueva concepción de la vida donde otorguemos importancia a lo realmente importante (las relaciones humanas), donde seamos conscientes de que nuestra opulencia es la causa del empobrecimiento. Por ello, la diversidad cultural se valora hasta el extremo, como formas de adaptación al medio que se han perfeccionado a lo largo de generaciones por los diferentes pueblos del mundo. Y claro, eso choca de frente contra las pretensiones del capitalismo neoliberal que lo inunda todo con su homogeneización cultural, que convierte al mundo en un único mercado global para mayor beneficio del gran capital.
- ¿Por qué se plantea como una respuesta tarde o temprano necesaria a esta situación de crisis?
Sencillamente porque existen signos evidentes de que esta crisis sistémica en la que estamos enfrascados no permite perder el tiempo en salidas en falso que no afectan a las verdaderas raíces de los problemas. Seguir condenando a millones de personas a la extrema pobreza y a la Madre Tierra al expolio es tremendamente injusto. La variable tiempo es cada vez más determinante: no actuar con rapidez es avanzar hacia el colapso.
- ¿Qué datos concretos nos pueden hacer caer en la cuenta de que la situación actual exige este cambio en la forma de vivir?
No solo los típicos de carácter cuantitativo que nos hablan de las crecientes desigualdades entre las personas muy ricas y las muy empobrecidas (tanto dentro de nuestras sociedades como entre países), los que nos indican a que nuestra huella ecológica ha superado la capacidad de carga de nuestro planeta, etc. Sino también los de carácter más cualitativo que hacen referencia a que la felicidad de las personas no aumenta a la par que su consumo, o a que cada vez hay más personas en nuestras sociedades opulentas que padecen enfermedades de carácter psicológico o mental, asociadas a profundas frustraciones con un estilo de vida que pone por encima de todo el tener, olvidando el ser y el compartir.
- Desde un punto de vista cristiano… no es cierto que debería ser la actuación lógica… la austeridad, vivir con menos para compartir etc…
Ni más ni menos. En este sentido el mensaje de Jesús es absolutamente claro: “Deja lo que tienes y sígueme”. Es decir, renuncia a las ataduras materiales que te impiden saborear las cosas importantes de la vida, y no te preocupes, no te faltará lo verdaderamente necesario en una comunidad de iguales donde hay para todos porque todo se pone en común. La metáfora de la multiplicación de los panes y los peces, nos adentra más aún en el Reino de Dios acá en la Tierra: “compartir sin miedo, porque, aunque nos parezca que no, hay para todos/as”.
- ¿Es suficiente con que revisemos individualmente nuestro modo de vivir?
Es lo que hay que hacer. Aquí no vale decir que esto lo debe de hacer el Gobierno, que se obligue a todos/as a cambiar sus actitudes o yo no me apunto. No, no. Los cambios, más o menos profundos, comienzan por cada uno/a, y se refuerzan comunitariamente, y se extienden como levadura cuando percibimos, sin imposiciones, que ése es el camino. En este tema de buscar una vida más austera, hay que hacer, no convencer.
- ¿Existen alternativas solidarias a la crisis?, ¿cuáles?
Claro, y cada vez más. No nos engañemos, no serán portada de ningún informativo ni ningún periódico de gran tirada, pero están ahí, que es lo importante. Personas y comunidades que comienzan a liberarse de la tiranía del dinero, de trabajar más y más horas, de pagar una hipoteca de por vida, de la “realización” a través del consumo,…están en marcha, demostrando que otro mundo es REALMENTE POSIBLE. Y los/as que quieran, que se apunten a disfrutarlo.
- ¿Se puede ser optimista?
Pues ya se sabe, esto del ánimo más o menos subido, va por barrios, bueno, mejor dicho, va por personas. Los nubarrones hoy son el gran capital que ha extendido un sistema económico inhumano que controla el mundo y dificulta que este convoy pueda girar para cambiar. Los signos de esperanza son que cada vez hay más iniciativas, en un grado más o menos incipiente, que no esperan a que el mastodonte de la economía mundial cambie su sentido (porque no tienen fe en ello), y deciden poner sus energías e ilusiones en transitar por otras sendas donde más importante que la seguridad que nos proporcionan es compartir y descubrir la verdadera riqueza de las relaciones humanas.
- El decrecimiento no plantea volver a las épocas pasadas o vivir peor, ¿cierto?
Esa es la crítica fácil que plantean sus detractores. El decrecimiento implica una nueva concepción de la vida donde otorguemos importancia a lo realmente importante (las relaciones humanas), donde seamos conscientes de que nuestra opulencia es la causa del empobrecimiento. Por ello, la diversidad cultural se valora hasta el extremo, como formas de adaptación al medio que se han perfeccionado a lo largo de generaciones por los diferentes pueblos del mundo. Y claro, eso choca de frente contra las pretensiones del capitalismo neoliberal que lo inunda todo con su homogeneización cultural, que convierte al mundo en un único mercado global para mayor beneficio del gran capital.
- ¿Por qué se plantea como una respuesta tarde o temprano necesaria a esta situación de crisis?
Sencillamente porque existen signos evidentes de que esta crisis sistémica en la que estamos enfrascados no permite perder el tiempo en salidas en falso que no afectan a las verdaderas raíces de los problemas. Seguir condenando a millones de personas a la extrema pobreza y a la Madre Tierra al expolio es tremendamente injusto. La variable tiempo es cada vez más determinante: no actuar con rapidez es avanzar hacia el colapso.
- ¿Qué datos concretos nos pueden hacer caer en la cuenta de que la situación actual exige este cambio en la forma de vivir?
No solo los típicos de carácter cuantitativo que nos hablan de las crecientes desigualdades entre las personas muy ricas y las muy empobrecidas (tanto dentro de nuestras sociedades como entre países), los que nos indican a que nuestra huella ecológica ha superado la capacidad de carga de nuestro planeta, etc. Sino también los de carácter más cualitativo que hacen referencia a que la felicidad de las personas no aumenta a la par que su consumo, o a que cada vez hay más personas en nuestras sociedades opulentas que padecen enfermedades de carácter psicológico o mental, asociadas a profundas frustraciones con un estilo de vida que pone por encima de todo el tener, olvidando el ser y el compartir.
- Desde un punto de vista cristiano… no es cierto que debería ser la actuación lógica… la austeridad, vivir con menos para compartir etc…
Ni más ni menos. En este sentido el mensaje de Jesús es absolutamente claro: “Deja lo que tienes y sígueme”. Es decir, renuncia a las ataduras materiales que te impiden saborear las cosas importantes de la vida, y no te preocupes, no te faltará lo verdaderamente necesario en una comunidad de iguales donde hay para todos porque todo se pone en común. La metáfora de la multiplicación de los panes y los peces, nos adentra más aún en el Reino de Dios acá en la Tierra: “compartir sin miedo, porque, aunque nos parezca que no, hay para todos/as”.
- ¿Es suficiente con que revisemos individualmente nuestro modo de vivir?
Es lo que hay que hacer. Aquí no vale decir que esto lo debe de hacer el Gobierno, que se obligue a todos/as a cambiar sus actitudes o yo no me apunto. No, no. Los cambios, más o menos profundos, comienzan por cada uno/a, y se refuerzan comunitariamente, y se extienden como levadura cuando percibimos, sin imposiciones, que ése es el camino. En este tema de buscar una vida más austera, hay que hacer, no convencer.
- ¿Existen alternativas solidarias a la crisis?, ¿cuáles?
Claro, y cada vez más. No nos engañemos, no serán portada de ningún informativo ni ningún periódico de gran tirada, pero están ahí, que es lo importante. Personas y comunidades que comienzan a liberarse de la tiranía del dinero, de trabajar más y más horas, de pagar una hipoteca de por vida, de la “realización” a través del consumo,…están en marcha, demostrando que otro mundo es REALMENTE POSIBLE. Y los/as que quieran, que se apunten a disfrutarlo.
- ¿Se puede ser optimista?
Pues ya se sabe, esto del ánimo más o menos subido, va por barrios, bueno, mejor dicho, va por personas. Los nubarrones hoy son el gran capital que ha extendido un sistema económico inhumano que controla el mundo y dificulta que este convoy pueda girar para cambiar. Los signos de esperanza son que cada vez hay más iniciativas, en un grado más o menos incipiente, que no esperan a que el mastodonte de la economía mundial cambie su sentido (porque no tienen fe en ello), y deciden poner sus energías e ilusiones en transitar por otras sendas donde más importante que la seguridad que nos proporcionan es compartir y descubrir la verdadera riqueza de las relaciones humanas.
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