César Calderón
Como nos recuerda Luis Yáñez, fue Felipe González quien llamó “izquierda conservadora” al Partido Comunista de la URSS cuando este se opuso frontalmente a los esfuerzos renovadores de Gorbachov. Y creo que debemos comenzar a preguntarnos, ¿ Es en este momento la izquierda europea – incluida la española- conservadora? Y al contrario de lo que opina Yáñez en su artículo, yo creo que si, y me voy a explicar.
No es ninguna novedad, pero creo que es necesario recordar que frente a una derecha que ha logrado permeabilizar su idea del mundo, su discurso e incluso su lenguaje, haciendo que todo el arco ideológico juegue con sus reglas incluso en esta época de crisis, la izquierda no ha comenzado siquiera a balbucear respuestas, amparadas mayoritariamente en la una meramente retórica apelación a “lo colectivo”, “ la defensa de los intereses de la mayoría”, “la justicia social” o a “la igualdad”, cuando al mismo tiempo desde sus gobiernos se desarrollaban políticas amparadas en esas mismas ideas que paradójicamente provocan el efecto contrario al deseado.
La sanidad o la educación universal que amparan las escuelas u hospitales concertados, el criterio geográfico para la plaza escolar, el ingreso clasista en el mercado de trabajo porque se ha desplazado la formación profesional al posgrado, la extensión de la edad formativa para el acceso a profesiones de élite, la brecha digital, el imperio del consumismo democrático que conduce al endeudamiento privado, la geografía urbana inspirada en adosados periféricos que provoca desclasados cotidianos, la privatización mental de la cultura por el predominio del mecenazgo privado, el mito de la proximidad administrativa al ciudadano que provoca estructuras políticas débiles, etc, etc…
Una izquierda, por tanto, que se percibe como conservadora por la ciudadanía – y no digamos por los más jóvenes-, porque en realidad ha amparado políticas conservadoras de la mano de constructos ideológicos como la “tercera via” de Tony Blair, que desde una izquierda que de tal solo tenía el nombre, sirvió como lancha de desembarco a políticas que no hubiera firmado el propio Winston Churchill.
El mortal debilitamiento de los movimientos políticos de cambio social convencionales ( tambien, por cierto, percibidos como conservadores por la ciudadanía), producido por sus propias contradicciones, su dramática incapacidad para evolucionar y burocracias internas, como el feminismo, el sindicalismo, el ecologismo, etc., combinada con la el desconocimiento e incluso la negación del papel protagonista que la sociedad de este siglo concede al ciudadano/individuo ( individualismo comprometido, solidario y militante de micro-causas) , conducen a un empobrecimiento de la cultura de la movilización social que proponga políticas alternativas. La dispersión política de los últimos movimientos de protesta es al mismo tiempo una oportunidad como una amenaza para un sociedad de dos mitades que gusta de la cultura de ghetto para los disidentes, los marginales y los indignados. Hay que formular nuevas políticas sin despreciar diagnósticos tradicionales sobre los derechos de los trabajadores, la desigualdad de género, la tensión entre desarrollismo y medio ambiente, entre otros.
Debemos reaccionar, evolucionando en nuestras ideas y programas para ser capaces de responder a los nuevos retos que se nos presentan, aportando respuestas valientes y claras a una sociedad que las está demandando.
Las viejas respuestas no valen, el agotamiento del sistema en su modelo actual nos exige innovación y creatividad. La irrupción de Internet está configurando a nuestro alrededor una nueva arquitectura de la participación cuyas primeras manifestaciones van desde el movimiento del Software Libre a las movilizaciones del #15M en toda España, pasando por el paradigma del Gobierno Abierto, acuñado por los sectores más avanzados de la izquierda europea y mundial y que se encuentra en pleno despliegue.
Nuevos vectores de aproximación a una nueva realidad que comienza a dibujarse en todos los países de nuestro entorno y que ya está cambiando la forma de hacer política a nuestro alrededor, otorgando, al ciudadano un espacio central del que hasta ahora no disponía. Y haciéndolo desde la izquierda y sin complejos.
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