Carlos Elordi, en 'Zona Crítica'
Tal vez aquí no se están contando las cosas con la claridad con que las pintan muchos diarios extranjeros de referencia. En ellos se transmite que en Europa se está gestando, y a velocidad creciente, además, un desastre de dimensiones y consecuencias aún desconocidas, pero, en todo caso, terribles.
Ninguno dice que el final de ese proceso –que podría adoptar la forma de la quiebra de Grecia y de otros países y, como colofón, la desaparición del euro– sea inevitable. Pero unos y otros ven con desesperación cómo los líderes europeos no son capaces de ponerse de acuerdo para tomar las medidas que serían precisas para frenar la marcha hacia el abismo financiero y económico de la UE. “La cumbre europea de Bruselas de ayer se pareció mucho a una final de Eurovisión, pero no de las de antes, sino de las muy tristes de ahora”, decía el jueves el siempre serio y muy conservador The Wall Street Journal.
Los intereses políticos internos están primando sobre la necesidad de tomar decisiones valientes en Europa. No sólo en el caso de Angela Merkel, para quien aprobar los eurobonos podría suponer la pérdida del Gobierno, porque el 55% de los alemanes y sus aliados, los liberales, se opone a ello. Sino en parte también en el de François Hollande, cuya ardiente defensa de los eurobonos y de políticas de crecimiento frente a las de austeridad son atribuidas por buena parte de la prensa alemana, y también por el derechista diario francés Le Figaro, a sus necesidades en la campaña electoral por el Parlamento francés que se celebrarán en junio. Después de lo cual –sobre todo si su partido, el socialista, las gana– podría flexibilizar sus posturas.
Y mientras tanto, el tiempo pasa. “Nunca una solución a los problemas de la eurozona había sido tan urgente”, ha dicho The New York Times.
La crisis griega y, sobre todo, el más que probable rechazo del Gobierno griego que salga de las elecciones del 17 a junio a seguir apretando el cinturón a sus ya exhaustos ciudadanos, tal y como pide Bruselas, es el fantasma que en estos momentos agita Europa (la posibilidad de que España se quede sin financiación le sigue detrás y a veces se le adelanta).
“Los griegos tienen que cumplir” es el mensaje que, casi con saña, emiten Bruselas y la mayor parte de los gobiernos de la UE. Porque los mercados así lo piden. La prensa europea del establishment lo repite acríticamente. Pero no toda piensa lo mismo. Hay diarios que se atreven a desafiar lo “políticamente correcto”. Por ejemplo, el Suddeustche Zeitung, un diario de centro-izquierda muy influyente en Alemania, que ha escrito: “¿Por qué nuestro Gobierno no reconoce que los griegos no han dejado de hacer recortes en estos años y que la estrategia de la austeridad les está llevando a la desesperación? Los europeos tienen que aceptar esa situación y hacer concesiones. No se puede gobernar mucho tiempo contra el pueblo. A menos que estés dispuesto a acabar con la democracia”.
Que no toda la prensa europea es insensible a los sufrimientos de los griegos lo confirma también el largo artículo –titulado “Todos somos griegos”– que ha escrito Edwy Plenel, el director y fundador del influyente diario on-line francés Mediapart: “En Grecia se juega el futuro común de los pueblos europeos: no sólo el de nuestras economías, sino también el de nuestras democracias. Los griegos no son responsables de una crisis producida por la ceguera de una Europa que ha abandonado la política por las finanzas. La solidaridad con el pueblo griego es necesaria porque es la condición imprescindible de un verdadero cambio. Si la guerra civil española fue la prueba del Frente Popular francés de 1936, la crisis griega es la de la presidencia de François Hollande”.
Y esto ha escrito el premio Nobel Amartya Sen en The New York Times: “Las intenciones económicas pueden entrar en conflicto con una prioridad más urgente: la preservación de la democracia en Europa”.
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