Los sistemas de rentas mínimas que intentan paliar las situaciones más angustiosas de necesidad son complejos, heterogéneos y escasamente eficaces.
Con los datos de 2010, sería viable una renta básica de 4.755,80 euros anuales (396,32 euros mensuales). Obsérvese que para una familia de dos adultos y dos menores, la renta básica supondría 12.365,18 euros al año.
Los sistemas de rentas mínimas que intentan paliar las situaciones más angustiosas de necesidad son complejos, heterogéneos y escasamente eficaces. Buena parte de los posibles beneficiarios no acceden a las ayudas, los costes administrativos de gestión son muy altos, tanto para la administración pública correspondiente como para el propio sujeto beneficiario, sometido a farragosos controles y trámites administrativos. Es sangrante el importante retraso que se sufre desde el momento en que se inician los trámites de solicitud y el efectivo disfrute de la prestación, con el consiguiente efecto de desprotección temporal.
El hecho de que las prestaciones estén condicionadas al cumplimiento de determinadas circunstancias y que sean habitualmente incompatibles con la obtención de empleo u otros ingresos, suponen un desincentivo al empleo y un estímulo a la economía sumergida (trampa de la pobreza). La mayor parte de las prestaciones implican el reconocimiento público de situaciones de marginación, con lo que ello supone de estigmatización social.
La propuesta de una renta básica viene a ser una respuesta adecuada a todos estos inconvenientes, que se convierten así en sus grandes ventajas:
- Es una medida directa y eficaz contra la pobreza.
- Es de muy sencilla aplicación y gestión, por lo que es relativamente fácil asegurar el acceso universal y la equidad en su recepción.
- Se reducen drásticamente los costes de gestión relacionados, con lo que ello implica de ahorro de recursos para las administraciones y para los ciudadanos.
- La prestación es previa y automática, por lo que se evitan retrasos indebidos en su disfrute.
- La compatibilidad explícita con cualquier otro ingreso permite obviar la trampa de la pobreza, así como eliminar incentivos al fraude y las barreras para aceptar ofertas de empleo.
- Desaparece cualquier atisbo de estigmatización social o vergüenza. Es un derecho universal por el mero hecho de ser ciudadano y miembro de una colectividad.
La renta básica sería percibida por todo ciudadano mayor de edad con residencia permanente. Los menores de edad tendrían derecho, en su caso, a una prestación menor.
Dos grandes críticas se hacen a la propuesta de renta básica: el desincentivo al trabajo y su inviabilidad financiera.
Pero la renta básica elimina la trampa de la pobreza pues los ciudadanos saben que los posibles nuevos ingresos de un trabajo no hacen perder el subsidio que perciben. Ello hace más atractivo todo nuevo ingreso puesto que es adicional y no alternativo. No cabe esperar un efecto grave sobre la oferta de trabajo. Quizás se avanzaría hacia un mejor reparto del trabajo existente por cuanto que una pequeña parte de los trabajadores podrían desear horarios más reducidos.
¿Vamos a estar pagando con nuestro trabajo a los vagos? Sabiendo que ese supuesto afectaría a una pequeña minoría, la primera reflexión es que en situaciones de pleno empleo quizás pudiera discutirse; pero existiendo altos índices de desempleo, posibilitar una “selección natural” de los parados supondría previsiblemente un incremento de la productividad. Por otra parte, probablemente gastamos más en intentar dejar fuera de subsidios al vago (con dudoso éxito) que lo que nos costaría pagarles directamente una renta básica.
Un comentario común entre los críticos es que resulta rechazable entregar un subsidio de igual cuantía al pobre que al millonario. Ya en el IRPF existe un mínimo personal y familiar que implica de hecho una reducción para todos. De hecho, la situación actual implica que se entrega un subsidio de mayor cuantía al millonario que al pobre.
Con los datos de 2010, sería viable una renta básica de 4.755,80 euros anuales (396,32 euros mensuales). Obsérvese que para una familia de dos adultos y dos menores, la renta básica supondría 12.365,18 euros al año.
Los sistemas de rentas mínimas que intentan paliar las situaciones más angustiosas de necesidad son complejos, heterogéneos y escasamente eficaces. Buena parte de los posibles beneficiarios no acceden a las ayudas, los costes administrativos de gestión son muy altos, tanto para la administración pública correspondiente como para el propio sujeto beneficiario, sometido a farragosos controles y trámites administrativos. Es sangrante el importante retraso que se sufre desde el momento en que se inician los trámites de solicitud y el efectivo disfrute de la prestación, con el consiguiente efecto de desprotección temporal.
El hecho de que las prestaciones estén condicionadas al cumplimiento de determinadas circunstancias y que sean habitualmente incompatibles con la obtención de empleo u otros ingresos, suponen un desincentivo al empleo y un estímulo a la economía sumergida (trampa de la pobreza). La mayor parte de las prestaciones implican el reconocimiento público de situaciones de marginación, con lo que ello supone de estigmatización social.
La propuesta de una renta básica viene a ser una respuesta adecuada a todos estos inconvenientes, que se convierten así en sus grandes ventajas:
- Es una medida directa y eficaz contra la pobreza.
- Es de muy sencilla aplicación y gestión, por lo que es relativamente fácil asegurar el acceso universal y la equidad en su recepción.
- Se reducen drásticamente los costes de gestión relacionados, con lo que ello implica de ahorro de recursos para las administraciones y para los ciudadanos.
- La prestación es previa y automática, por lo que se evitan retrasos indebidos en su disfrute.
- La compatibilidad explícita con cualquier otro ingreso permite obviar la trampa de la pobreza, así como eliminar incentivos al fraude y las barreras para aceptar ofertas de empleo.
- Desaparece cualquier atisbo de estigmatización social o vergüenza. Es un derecho universal por el mero hecho de ser ciudadano y miembro de una colectividad.
La renta básica sería percibida por todo ciudadano mayor de edad con residencia permanente. Los menores de edad tendrían derecho, en su caso, a una prestación menor.
Dos grandes críticas se hacen a la propuesta de renta básica: el desincentivo al trabajo y su inviabilidad financiera.
Pero la renta básica elimina la trampa de la pobreza pues los ciudadanos saben que los posibles nuevos ingresos de un trabajo no hacen perder el subsidio que perciben. Ello hace más atractivo todo nuevo ingreso puesto que es adicional y no alternativo. No cabe esperar un efecto grave sobre la oferta de trabajo. Quizás se avanzaría hacia un mejor reparto del trabajo existente por cuanto que una pequeña parte de los trabajadores podrían desear horarios más reducidos.
¿Vamos a estar pagando con nuestro trabajo a los vagos? Sabiendo que ese supuesto afectaría a una pequeña minoría, la primera reflexión es que en situaciones de pleno empleo quizás pudiera discutirse; pero existiendo altos índices de desempleo, posibilitar una “selección natural” de los parados supondría previsiblemente un incremento de la productividad. Por otra parte, probablemente gastamos más en intentar dejar fuera de subsidios al vago (con dudoso éxito) que lo que nos costaría pagarles directamente una renta básica.
Un comentario común entre los críticos es que resulta rechazable entregar un subsidio de igual cuantía al pobre que al millonario. Ya en el IRPF existe un mínimo personal y familiar que implica de hecho una reducción para todos. De hecho, la situación actual implica que se entrega un subsidio de mayor cuantía al millonario que al pobre.
Los números de la Renta Básica
En todo caso, para hacer viable financieramente la propuesta, a partir de un cierto nivel de renta y de forma progresiva se reduciría la cuantía percibida en concepto de renta básica hasta llegar a anularse para los ciudadanos situados en el extremo superior de la escala de ingresos, a través de un recargo en el IRPF.
Si consideramos que:
- la renta básica absorbería la casi totalidad de las prestaciones asistenciales actuales y la parte correspondiente de las contributivas.
- se suprimirían deducciones y prestaciones familiares actualmente existentes.
- habría un pequeño ahorro de gestión.
- el aumento de renta que supondría para los niveles inferiores de renta propiciaría un relanzamiento del consumo y de la recaudación tributaria… estimamos que deberíamos recuperar en el IRPF poco más del 40% del programa. O lo que es lo mismo, que se autofinanciaría el 60% del coste total (v. cuadro).
Ello permitiría una renta básica de 4.755,80 euros anuales (396,32 euros mensuales). Obsérvese que para una familia de dos adultos y dos menores, la renta básica supondría 12.365’18 euros al año, 1.030’43 al mes. Y la mayoría de las rentas mínimas actuales suponen, para situaciones familiares, importes menores al citado.
En todo caso, la propuesta de una renta básica es viable y conveniente por lo que supondría de simplificación, automatismo, reducción de la pobreza y la economía sumergida, y mejora en la equidad de nuestro sistema de protección social.
0 comentarios:
Publicar un comentario