Senador socialista por Teruel
Recuerdo que hace tan sólo dos años tuve la oportunidad de entablar una pequeña conversación conMiguel Ángel Fernández Ordoñez, Presidente del Banco de España. Él hablaba de la flexibilidad necesaria del mercado de trabajo y siempre ponía de ejemplo el sistema laboral de EEUU porque tenía un paro que estaba sobre 5%, que se podía considerar de casi pleno empleo. Entonces en España debíamos estar sobre el 17%. Le expuse que no eran datos comparables por diversas causas. Primero, por la calidad del trabajo en sentido de seguridad del mismo y de prestaciones sociales, ya que para la mayoría de los trabajadores españoles sería irresistible un sistema, de lo que ahora lo mal llaman "flexiseguridad", en el que el trabajador está al antojo de las decisiones de los directivos de la empresa en cuestiones como las condiciones de su puesto de trabajo, de su movilidad geográfica, horarios, etc. Y segundo, porque es incomparable la situación de protección del parado en España, con un sistema de derechos perfectamente pautados, en contraposición con los parados del país dominante del mundo que se ven totalmente desprotegidos si no han estado cubiertos con pólizas de seguros, privadas por supuesto.
El tsunami que ha sufrido la economía mundial nos está arrastrando a perder las conquistas sociales que durante las luchas de muchas décadas ha conseguido nuestra sociedad. Es verdad que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, es verdad que estamos endeudados y tenemos que devolver lo que nos han prestado, pero ha sido mucho y muy bueno lo que hemos avanzado en los últimos años democráticos en España. Estamos como la mayoría de los países de nuestro entorno; tal vez mejor que muchos de ellos, como Italia incluso y aunque Alemania sigue siendo el motor económico de Europa tiene serias carencias sociales.
Las cifras del déficit italiano revelan situaciones peores que las españolas, tanto de deuda pública como de deuda de pymes y de particulares. De Alemania debemos de hablar quitándonos el complejo de inferioridad, ya que su situación laboral y social no es envidiable, aunque siga siendo la locomotora de Europa y ello le concede una posición de privilegio a la hora de fijar la política económica, por supuesto neoliberal, de la UE: ahí está el papel de Merkel, criticado por toda la izquierda que está sometida a sus "dictados".
Un informe de la Comisión Económico-Social de la ONU apunta sobre Alemania: "se discrimina a los inmigrantes, deficiente atención a los ancianos, injusticias en el mercado de trabajo y en el régimen de la seguridad social, 2,5 millones de niños viviendo bajo el límite de pobreza y ausencia de un programa efectivo de lucha contra la pobreza". El recorte del gasto social y la flexibilización del mercado de trabajo han dado como resultado, en Alemania, que una peluquera pueda ganar 400 euros y un taxista 900 trabajando doce horas diarias. En el informe de la ONU se elogian las reformas del mercado de trabajo, que han permitido "el más bajo nivel de paro de los últimos veinte años", soslayando que esas reformas han llevado consigo la ola de precariedad y la liberalización de los "salarios basura" que son el origen de la degradación social y del deterioro del Estado del bienestar que defendemos.
Oficialmente hay casi tres millones de parados, sigo refiriéndome a Alemania, pero más de cinco millones, entre ellos muchos subempleados que necesitan la ayuda social para vivir porque en muchos casos los sueldos no alcanzan y casi nueve millones de alemanes declaran que desearían trabajar más de lo que trabajan.
Esta degradación laboral ha tenido otras consecuencias ya que mientras los beneficios empresariales han crecido considerablemente, los salarios se han estancado al nivel de principios de los años 90. El 10% de los ciudadanos posee el 65% de los activos y el uno por ciento de la población activa, el 25%. Las relaciones laborales y sociales demuestran que Alemania ya no es "el país del milagro", del cumplimiento, la corrección empresarial y el buen trabajo que era hace veinte o treinta años.
Por otro lado hay que tener en cuenta la encuesta nacional Deutsche Zustände, de la Universidad de Bielefeld, que reporta un sentir general y crecientemente hostil hacia los débiles o hacia los inmigrantes. Y todo ello les ha llevado, a la postre, a un nuevo estancamiento (0,2 de incremento del PIB).
En España no estamos preparados, por otra parte, para acondicionar nuestro mercado laboral y nuestra economía a los sistemas que utilizan los actuales países emergentes: carentes de protecciones sociales, con salarios que aquí consideraríamos abusivos o basura y horarios laborales degradantes, incompatibles con cualquier vida familiar o social.
Las posibilidades de nuestra economía pueden y deben mantener nuestro Estado de bienestar siempre que definamos claramente cual es el objetivo a alcanzar. Nada será igual que hace unos años, pero la misión debe ser clara y consensuada por la mayoría de los partidos políticos mediante un gran pacto de Estado sobre esta materia. En otros países han llegado casi todos a acuerdos. La única solución pasa por el acuerdo que ponga en valor nuestras notables fortalezas que nos diferencian y que además nos hacen altamente competitivos.
Recuerdo que hace tan sólo dos años tuve la oportunidad de entablar una pequeña conversación conMiguel Ángel Fernández Ordoñez, Presidente del Banco de España. Él hablaba de la flexibilidad necesaria del mercado de trabajo y siempre ponía de ejemplo el sistema laboral de EEUU porque tenía un paro que estaba sobre 5%, que se podía considerar de casi pleno empleo. Entonces en España debíamos estar sobre el 17%. Le expuse que no eran datos comparables por diversas causas. Primero, por la calidad del trabajo en sentido de seguridad del mismo y de prestaciones sociales, ya que para la mayoría de los trabajadores españoles sería irresistible un sistema, de lo que ahora lo mal llaman "flexiseguridad", en el que el trabajador está al antojo de las decisiones de los directivos de la empresa en cuestiones como las condiciones de su puesto de trabajo, de su movilidad geográfica, horarios, etc. Y segundo, porque es incomparable la situación de protección del parado en España, con un sistema de derechos perfectamente pautados, en contraposición con los parados del país dominante del mundo que se ven totalmente desprotegidos si no han estado cubiertos con pólizas de seguros, privadas por supuesto.
El tsunami que ha sufrido la economía mundial nos está arrastrando a perder las conquistas sociales que durante las luchas de muchas décadas ha conseguido nuestra sociedad. Es verdad que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, es verdad que estamos endeudados y tenemos que devolver lo que nos han prestado, pero ha sido mucho y muy bueno lo que hemos avanzado en los últimos años democráticos en España. Estamos como la mayoría de los países de nuestro entorno; tal vez mejor que muchos de ellos, como Italia incluso y aunque Alemania sigue siendo el motor económico de Europa tiene serias carencias sociales.
Las cifras del déficit italiano revelan situaciones peores que las españolas, tanto de deuda pública como de deuda de pymes y de particulares. De Alemania debemos de hablar quitándonos el complejo de inferioridad, ya que su situación laboral y social no es envidiable, aunque siga siendo la locomotora de Europa y ello le concede una posición de privilegio a la hora de fijar la política económica, por supuesto neoliberal, de la UE: ahí está el papel de Merkel, criticado por toda la izquierda que está sometida a sus "dictados".
Un informe de la Comisión Económico-Social de la ONU apunta sobre Alemania: "se discrimina a los inmigrantes, deficiente atención a los ancianos, injusticias en el mercado de trabajo y en el régimen de la seguridad social, 2,5 millones de niños viviendo bajo el límite de pobreza y ausencia de un programa efectivo de lucha contra la pobreza". El recorte del gasto social y la flexibilización del mercado de trabajo han dado como resultado, en Alemania, que una peluquera pueda ganar 400 euros y un taxista 900 trabajando doce horas diarias. En el informe de la ONU se elogian las reformas del mercado de trabajo, que han permitido "el más bajo nivel de paro de los últimos veinte años", soslayando que esas reformas han llevado consigo la ola de precariedad y la liberalización de los "salarios basura" que son el origen de la degradación social y del deterioro del Estado del bienestar que defendemos.
Oficialmente hay casi tres millones de parados, sigo refiriéndome a Alemania, pero más de cinco millones, entre ellos muchos subempleados que necesitan la ayuda social para vivir porque en muchos casos los sueldos no alcanzan y casi nueve millones de alemanes declaran que desearían trabajar más de lo que trabajan.
Esta degradación laboral ha tenido otras consecuencias ya que mientras los beneficios empresariales han crecido considerablemente, los salarios se han estancado al nivel de principios de los años 90. El 10% de los ciudadanos posee el 65% de los activos y el uno por ciento de la población activa, el 25%. Las relaciones laborales y sociales demuestran que Alemania ya no es "el país del milagro", del cumplimiento, la corrección empresarial y el buen trabajo que era hace veinte o treinta años.
Por otro lado hay que tener en cuenta la encuesta nacional Deutsche Zustände, de la Universidad de Bielefeld, que reporta un sentir general y crecientemente hostil hacia los débiles o hacia los inmigrantes. Y todo ello les ha llevado, a la postre, a un nuevo estancamiento (0,2 de incremento del PIB).
En España no estamos preparados, por otra parte, para acondicionar nuestro mercado laboral y nuestra economía a los sistemas que utilizan los actuales países emergentes: carentes de protecciones sociales, con salarios que aquí consideraríamos abusivos o basura y horarios laborales degradantes, incompatibles con cualquier vida familiar o social.
Las posibilidades de nuestra economía pueden y deben mantener nuestro Estado de bienestar siempre que definamos claramente cual es el objetivo a alcanzar. Nada será igual que hace unos años, pero la misión debe ser clara y consensuada por la mayoría de los partidos políticos mediante un gran pacto de Estado sobre esta materia. En otros países han llegado casi todos a acuerdos. La única solución pasa por el acuerdo que ponga en valor nuestras notables fortalezas que nos diferencian y que además nos hacen altamente competitivos.
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