LO QUE ESPAÑA NECESITA

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José Manuel Naredo, en 'Público'

Los resultados electorales lo han confirmado. Uno de los dos polos del bipartidismo reinante se ha desmoronado dando paso al otro en el Gobierno. Ha perdido su apoyo electoral por hacer “lo que España necesitaba” para salir de la crisis. Con el agravante de que los sacrificios humanos perpetrados en favor de “los mercados” no consiguieron aplacarlos ni, menos aún, reactivar la economía: la depresión se ha agravado y la calificación de la deuda es hoy peor que nunca. Y en los discursos electorales se siguió hablando del imperativo de hacer “lo que España necesita”, creando miedos justificados entre la castigada población española que motivan esta reflexión.
¿Necesitaba España financiar tanta operación especulativa y tanto megaproyecto ruinoso? ¿Necesitaba de verdad congelar pensiones, recortar sueldos de funcionarios, derechos sociales y laborales… o participar en acciones militares foráneas? Parece como si los políticos que hablan en nombre de España tuvieran hilo directo con ella, cuando precisamente evitan que la ciudadanía participe en la toma de decisiones importantes y ningunean manifestaciones o encuestas en las que esta ciudadanía expresa sus puntos de vista, generando así crispación social y desconfianza.
Para intuir lo que la población española (no España) necesita hacen falta dos cosas. Una, dejar de engañar a la ciudadanía con tapujos y previsiones edulcoradas, pasando a considerarla mayor de edad. Pues tomar conciencia de nuestros males es el primer paso para curarlos y hacer diagnósticos ajustados y transparentes del presente es condición para construir sólidamente el futuro. Otra, contar con la participación de esa ciudadanía bien informada para orientar y respaldar las importantes decisiones que se avecinan y las políticas a adoptar. Sólo a raíz de tomar plena conciencia de la crítica situación actual se podrán acordar medidas ampliamente consensuadas sobre el reparto de las responsabilidades y los costes de la crisis y sobre la obligada reconversión económica. Y, con buenas prácticas políticas que potencien la participación ciudadana, se podrá recuperar la cohesión social necesaria para marcar metas comunes, y no al revés. Esta es la diferencia entre democracia y despotismo.

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