"ACABAR CON LOS PARAÍSOS FISCALES ES FACILÍSIMO, HACE FALTA QUERER"

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ENTREVISTA al expresidente del comité científico de ATTAC, el economista francés René Passet

Miguel Mora, en El País

René Passet (Begles, periferia de Burdeos, 1926) es uno de los –pocos- economistas que alertó sobre la actual crisis económica. Lo empezó a decir en 1979, cuando en su libro L'Économique et le vivant advirtió de que el capitalismo industrial destruiría la biosfera. Y lo terminó de decir en 1996, en L’Illusion néo-libérale, donde predijo que la desregulación financiera y la economía virtual aniquilarían el factor humano y social de la economía.

Especialista en desarrollo e impulsor del término bioeconomía, primer presidente del consejo científico de ATTAC y profesor emérito en la Universidad de París I-Pantheón-Sorbonne, Passet ha sido una gran influencia para los movimientos de indignados, y en su penúltimo libro, Las grandes representaciones del mundo y la economía a través de la historia (Clave Intelectual), propone una aproximación multidisciplinar y de largo plazo para superar las corrientes económicas.

Casado con una española del valle de Hecho, y en buena forma intelectual y física a sus 87 años, Passet vive en Chatou, en la ‘banlieue’ de París, aunque prefiere quedar en el mítico Café Flore. Armado con su penetrante mirada azul y su cabellera blanca, relata con una sencillez desarmante su vida y sus ideas. Viejo amigo de Edgar Morin y Stephane Hessel, se incorporó a la Liberación con 17 años (“ellos se jugaron la vida, yo no”), y conserva la franqueza y la bonhomía de sus orígenes campesinos. Dice que “si el capitalismo no se transforma, desaparecerá” y que debemos ser optimistas “porque a menudo en la Historia sucede lo improbable”.


Pregunta. ¿Querría resumir su vida en diez o doce frases?

Respuesta. Trabajé la tierra en Lescun, el lugar de mís raíces familiares, pero crecí en un barrio obrero de Burdeos. Tuve la suerte de no ser rico y de haber mantenido siempre a mis amigos obreros. Ese es mi orgullo. Dicen que conozco al pueblo, pero es mentira, formo parte de él. Mi origen humilde me ha permitido vivir modestamente, y educar a mis hijos sin grandes lujos. De adolescente fui pequeño cristiano de izquierdas y me nombraron presidente regional de las juventudes del Movimiento de Liberación Nacional. Estudié Economía y gané la oposición a profesor de Universidad en Burdeos. Me fui cuatro años a Marruecos, regresé, y en 1967 me fui a París y ya me quedé aquí. De joven milité en el partido de Robert Schuman, pero me marché cuando empezó la guerra de Indochina. Pasé al Partido Socialista y duré hasta la guerra de Argelia.

P. ¿No le gustaba Mitterrand?

R. Era un personaje complejo e inteligente, demasiado inteligente. Mezclaba un verdadero humanismo con grandes zonas de sombra, sobre todo por sus viejas amistades de Vichy. Tuve ocasión de conocerle mejor, pero no quise. Sí conocí a Danielle, su mujer, y era una mujer espléndida, de una pieza.

P. Usted era profesor en la Sorbona en Mayo del 68. ¿Qué queda hoy?

R. Aquella generación solo conoció la abundancia. Maduraron sin conocer los tiempos duros y pensaban que todo les venía dado. Pero nos hicieron interrogarnos sobre nuestras relaciones de familia y eso fue un soplo de aire fresco. Yo tuve con mis hijos una confianza que jamás habría podido tener. Hizo que las relaciones familiares fueran más naturales. Eso es lo que quedó y es muy importante.

P. ¿Considera que ha sido un buen economista?

R. He sido un economista especial, siempre fuera del circuito principal. Los jefes del cotarro siempre intentaron forzarme la mano, y cuando me jubilé me castigaron cerrrando mi departamento. Quizá les molestó que dijera que dejándonos llevar por la deriva financiera y virtual de la economía, la historia solo puede terminar de forma trágica, en la descomposición social.

P. Parece que estamos en eso

R. Esta crisis no se puede arreglar sin una mutación. Antes el petróleo movía el mundo, hoy es el turno de lo virtual y del I+D. Estamos ya en esa mutación, pero la política todavía siente nostalgia del legado de Thatcher y Reagan, y manda la lógica de las finanzas, que es la peor condena de la humanidad. Como le dijo un banquero a Tobin: “Mi más largo plazo, amigo, son diez minutos”. Cuando el valor supremo es el enriquecimiento rápido, la economía deja de ser un instrumento para la sociedad. El dinero que fluctúa gracias a la libre circulación de capitales se ha concentrado por encima de la cabeza de los Estados y hoy es un poder mucho más fuerte que la política.

P. ¿Solución?

R. Restablecer la primacía de la política sobre las finanzas. Controlarlas y regularlas de nuevo. Ir al nudo gordiano y extirparlo. Un país solo no puede. Hay que vigilar las finanzas y a la vez mirar hacia delante inventando un proyecto nuevo. Hace falta que Europa diga “se acabó”. Cerrar los paraísos fiscales, y traer el dinero de vuelta. Es facilísimo. Un juez amigo, Jean de Maillard, tiene la solución: dejar de reconocer los actos jurídicos firmados en esos países.

P. Pero los políticos no se atreven.

R. El problema es que las grandes empresas utilizan los paraísos fiscales para pagar comisiones. Si se destapara eso de golpe, pondría en riesgo miles de empleos. Por eso es importante que las listas de evasores sean publicadas en la prensa. Igual que ellos usan Internet para transferir sus fondos, nosotros tenemos que usar Internet para contarlo y acabar con ellos. Eso es imparable y hace mucho daño a los países que no cooperan. Cuando veamos los nombres de los defraudadores, entenderemos lo que pasa. El problema es que, cuando el dinero manda, todo parece moral. Tenemos que empezar por decirnos a nosotros mismos que es penoso que el único objetivo de la vida sea ganar mucho dinero. Lo más positivo de esta crisis es la toma de conciencia de la gente.

P. ¿Se está suicidando el capitalismo?

R. No hay un capitalismo, hay varios, o al menos adopta formas diferentes. El comercial, el industrial, el financiero… El capitalismo está mutando la sociedad y se está mutando a sí mismo. O inventa una nueva forma, y esa es su fuerza -su creatividad-, o desaparecerá. Pero hemos llegados a un punto en que ya no podrá ser un verdadero capitalismo. Hace falta crear un nuevo sistema económico, con valores humanos y que respete las leyes de la naturaleza.

P. ¿Tiene esperanzas reales de cambio?

R. El análisis frío indica que estamos realmente mal. Desde un punto de vista lógico, estamos jodidos. Nos hemos cargado la naturaleza y la nanotecnología hará estragos. Pero la historia nunca sucede como uno espera. En 1940, De Gaulle se fue a Londres con unos locos, y al final ganaron los locos. A menudo la Historia es así. Muchas veces ocurre lo improbable. Mire, cuando en 1967 llegué a vivir al extrarradio de París, había cientos de especies de pájaros distintas. Poco a poco, fueron desapareciendo. Pero ayer mismo, mi amigo petirrojo volvió a mi jardín.

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