Cada vez son más las voces de economistas que se alzan en contra del actual sistema financiero y abogan por explicar a la ciudadanía que otra manera de entender la economía —más justa, más solidaria, más sostenible— es posible, a pesar de lo que cuenten los periódicos, los políticos y los economistas del mainstream. Entre esas voces se eleva con fuerza la del grupo de los autodenominados Economistas Aterrados, en cuyo Manifiesto señalaban no hace mucho las mentiras sobre las que se asienta el presente sistema económico.
Europa al borde del abismo (el título es sin duda suficientemente explicativo) recoge los errores que a la hora de gestionar la crisis han cometido las autoridades europeas y cómo esos errores ponen en peligro eso que se ha dado en llamar “el proyecto europeo” Pero, ¿existe realmente tal “proyecto”? El nuevo opúsculo de los Economistas Aterrados da las claves para entender que hace falta más que una moneda común para construir un espacio económico común y que, el momento de su constitución, la Unión Europea presentaba serias fallas (pero intencionadas) que han agravado la crisis económica y que dificultan a los países miembros (especialmente a los más débiles) salir de ella.
La falta de solidaridad entre los países de la Unión, refrendada desde la fundación del euro en el Tratado de Maastrich con la cláusula de “no salvamento” (no bail-out), ha puesto de manifiesto que la zona euro no existe. Y eso ha propiciado que “los mercados” especulen en contra de los países, tal vez precisamente porque los mercados fueron quienes redactaron las normas y tratados por las que se rige la gobernanza europea.
Pero Europa, nos recuerdan los Economistas Aterrados, debía ser más que un proyecto económico: debía ser un proyecto social. Sin embargo, las soluciones propuestas desde las instancias europeas para la salida de la crisis pasan por políticas restrictivas que no sólo empeorarán la situación, sino que además eliminarán cualquier posibilidad de construir una Europa social que camine hacia el pleno empleo, conserve y amplíe los derechos sociales o de un giro hacia una industria y economía verdes.
Europa al borde del abismo expone cómo las estrategias que desde la UE se han adoptado para la salida de la crisis pasan por alto sus causas. La Comisión Europea sólo ha sacado una lección de la crisis: hay que controlar las políticas presupuestarias, aunque esto resulte incompatible con las necesidades del equilibrio macroeconómico. Además, ha introducido mecanismos que profundizan la tendencia ya existente a que las decisiones económicas no las tomen los gobiernos democráticamente elegidos; sino que estas sean tomadas al margen de los ciudadanos que sufren sus consecuencias.
Estas ideas son recogidas por Henri Sterdyniak en el capítulo titulado “Crisis de la zona euro: es urgente cambiar Europa”, que ocupa la mayor parte del panfleto. Pero son tratadas de manera más práctica en sendos capítulos sobre la manera en Islandia y España han afrontado la crisis. Evidentemente, “España, doce años de ceguera” es un capítulo especialmente interesante, por la parte que nos toca, sobre la manera en que el alumno más aplicado de la década anterior a la crisis por su celo en aplicar las políticas neoliberales que recomendaba Europa se ha convertido en el último de la clase.
En definitiva, un libro de lectura imprescindible que da las claves de las políticas que han conducido a una situación de guerra económica entre los países que, supuestamente, forman una unión; aborda las consecuencias que ese enfrentamiento traerá para los ciudadanos europeos y señala cuáles son las medidas que conducirían al fin de la dictadura de los mercados y a la consecución de unos Estados miembros fuertes y una Unión Europea social, sostenible y solidaria.
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